jueves, 15 de mayo de 2014

LO ESPIRITUAL EN LA OBRA DE TÀPIES

“Antes de ejecutar una pintura es preciso estudiar millares de libros”
TONG K´I - TCH´ANG

Tàpies en su estudio

       Antoni Tàpies (1923-2012) fue un artista profundamente intelectual y de inquietudes filosóficas. Abordó la pintura, la escultura y la cerámica, el dibujo y el grabado. Escribió también ensayos sobre estética. En su libro Valor del Arte comenzó un capítulo con la cita que encabeza este artículo y que resume a la perfección la actitud del artista frente a sus obras.
Hombre de amplia formación cultural y valedor de una mística desacralizada, tuvo muchas pasiones e intereses: El romanticismo alemán, la música de Bach, Brahms, Beethoven, Mozart, también la de Wagner, Richard Strauss y Stravinsky.
En sus inicios creativos centró su atención en el surrealismo y, en especial, en la obra de Joan Miró y la pintura metafísica de Giorgio de Chirico. Admiraba al dadaísta Marcel Duchamp y la descontextualización de los objetos que planteaba en sus ready mades. También le influyó hondamente el psicoanálisis de Sigmund Freud, así como la teoría de los arquetipos y el inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung, interesándose además por la ciencia moderna.
Pero si hay que destacar un influjo, tanto en su personalidad como en su obra, fue el del mundo oriental, la filosofía china y conceptos como los de vacío y calma de la cultura japonesa. 

      En 1948 fundó el grupo Dau al Set junto a Joan Ponç, Joan Josep Tharrats, Arnau Puig, Modest Cuixart y Joan Brossa. Contaron con una revista del mismo nombre con artículos sobre arte de vanguardia. Más tarde se unió el poeta y crítico de arte Juan Eduardo Cirlot, quien señaló que las primeras obras destacadas de Tàpies surgieron hacia 1945 bajo la influencia de los collages que Paul Klee realizaba con materiales heterogéneos (pigmentos, cuerdas, alquitrán…).
Desde entonces el artista catalán ha desarrollado su obra experimentando con múltiples soportes (lienzo, papel, madera, cartón), técnicas (grattage, collage, decollage, goteo) y materiales, tanto pictóricos como extrapictóricos  (polvo de mármol, arcilla, arena, yeso, cemento, tierra, cuerdas, paja). El resultado son obras en las que la abstracción gestual y la materia son los protagonistas, una versión europea del Expresionismo Abstracto Norteamericano bautizado como Art informel por el crítico de arte Michel Tapié. Un trabajo de gama cromática reducida y austera a base de blancos sucios, rojos, ocres, tierras, beiges, grises y negros. El historiador del arte Valeriano Bozal destacó como característica esencial en la obra tapiana que la materia adquiere el aspecto de una pared o un muro, distinguiéndose incisiones, huellas, degradaciones y perforaciones.


Materia y bastidor (2009)

        Antoni Tàpies concedió una importancia primordial a la sensibilidad mística y al estado contemplativo, estableciendo nexos de unión entre la experiencia estética y el sentimiento religioso. El arte como vivencia personal, íntima e intransferible, tendría para el artista la capacidad de acceder a lo más profundo del ser humano. Al respecto dejó escrito: “Hoy se sabe como nunca que la obra de arte importante tiene unos efectos autónomos de sugestión metafísica y ontológica que, en algunos casos, pueden llevar a estados contemplativos de identificación con la realidad profunda, muy parecidos a los de determinadas experiencias religiosas. Al fin y al cabo, tanto los sentimientos religiosos como los artísticos provienen de esa facultad común a la naturaleza humana de enfrentarnos al misterio de la existencia por medio de formas analógicas, imaginativas, simbólicas, místicas…”.

En Oriente, la pintura del budismo zen de figuras como Hakuin Ekaku, Sengai y Torei Enji, refleja la conciencia profunda y puede conducir a estados iluminativos. Influido por esta tendencia asiática Tàpies afirmó sin dudarlo que “la materialidad del arte nos traslada a la inmaterialidad del estado contemplativo”.


Puerta metálica y violín (1956)

          En la iconografía de Tàpies la cruz es símbolo constante y fundamental. Su significado está vinculado a la dualidad, los opuestos y la lucha de contrarios: multiplicación-tachado cuando se presenta en aspa, como en Puerta metálica y violín (1956, pintura sobre objeto-assemblage) en la que recurre a materiales considerados por la tradición como antiestéticos (una puerta desvencijada y un violín viejo) con la pretensión de mostrar la espiritualidad existente en los objetos más pobres. Relacionada también con su interés en la cultura china representa el Yin-Yang, como en la obra El uno (1997, pintura y collage sobre madera) que muestra una cruz negra cuyos brazos laterales recogen este concepto (positivo y negativo, el principio activo o masculino y el principio pasivo o femenino, evolución e involución).
La cruz tapiana no está exclusivamente asociada a un contenido devoto, pero sí traduce un sentimiento de espiritualidad al margen de dogmas religiosos institucionalizados. En el artículo Cruces, equis y otras contradicciones, incluido en el libro El arte y sus lugares (1999) argumentó: “El interés por la cruz es una consecuencia de la gran variedad de significados, a menudo parciales y aparentemente diferentes, que se le han dado: cruces (y también equis), como coordenadas del espacio, como imagen de lo desconocido, como símbolo del misterio, como señal de un territorio, como marca para sacralizar diferentes lugares, objetos, personas o fragmentos del cuerpo, como estímulo para inspirar sentimientos místicos, para recordar la muerte y, concretamente, la muerte de Cristo, como expresión de un concepto, paradójico, como signo matemático, para borrar otra imagen, para manifestar un desacuerdo, para negar algo.”


El uno (1997)

      Cirlot resume a la perfección la doble tendencia que muestra el arte de Tàpies “hacia la extrema valoración de los efectos plásticos y hacia la profundización en los abismos del espíritu”. Su abstracción gestual combina la espiritualidad de oriente y occidente, buscando el equilibrio entre espíritu y materia. Al igual que Kandinsky recogió en su escrito De lo espiritual en el arte, el artista catalán concibió el arte como una auténtica necesidad interior y la contemplación artística como una terapia de efectos benéficos para la salud espiritual de artistas y espectadores. 


Artículo publicado para Crac! Magazine NOTAS

martes, 6 de mayo de 2014

LA ESTÉTICA DE LO EFÍMERO

         DV comienza su andadura artística en el año 2012. Dos nombres se sitúan detrás de esas siglas: Diana Coanda (Licenciada en Bellas Artes por la Facultad de Timisoara, Rumanía) y Víctor Velasco Recio (Escuela de Arte de Oviedo).
Este 2014 han tenido un exitoso comienzo de año con una exposición en el Centro Cultural Valey de Castrillón y en la Muestra de Artistas Independientes en LABoral Centro de Arte. Ahora, llegan a La Barba Blanca dentro de la convocatoria Salida de Emergencia, una propuesta para proyectos expositivos abierta a comisarios y artistas que deseen dar a conocer su trabajo.



DV realiza una creación multidisciplinar abarcando diversas manifestaciones artísticas: Fotografía, escultura, instalación y vídeo.
Se trata de una obra caracterizada por la limpieza formal y por el planteamiento de conceptos contrarios. Ella/él, líneas curvas/ líneas rectas, calidez/rudeza, lo liviano/lo pesado… Destacando el contraste entre materiales antitéticos que realizan con frecuencia en una misma pieza. Así, nos muestran la combinación del frágil yeso frente al duro hormigón o de la madera frente a la harina.
Emplean elementos poco nobles y de uso industrial. La utilización de éstos descontextualizada de su sentido habitual conlleva la inmediata dignificación y dotación de valores estéticos a unos materiales que, tradicionalmente, no se habrían considerado artísticos.
Es posible apreciar el doble contraste formal y material en alguna de las fotografías presentadas en esta muestra. En “Sueño” la figura femenina de formas suaves y redondeadas dormita acurrucada sobre un frío palé industrial de líneas rectas.

Sueño
Su estética se sostiene sobre el discurso de lo efímero. Lo efímero es lo fugaz, lo perecedero. “Todo fluye, nada permanece”, en palabras del filósofo griego Heráclito de Éfeso. Fluxus (del latín flujo) entendido como circulación, como movimiento, porque el devenir sería el principio que rige el mundo. Todo es efímero porque está sometido a un cambio continuo y este movimiento retorna eternamente sobre sí mismo. Nietzsche en su obra Así habló Zaratustra defendió la vuelta eterna de todas las cosas. Todo desaparece para transformarse y volver a ser.
En la pieza de vídeo de esta exposición, Diana y Víctor abordan el tema por medio de un cubo de harina que será destrozado por una pesada bola que cae verticalmente y de manera imprevisible sorprendiendo al espectador. El cubo de harina fue, para dejar de ser después de sufrir el golpe de la pesada esfera. El renacimiento llegará con el brote verde que crece después.


Destaca entre su producción la instalación “Ciudad efímera”, asentada sobre una cimentación de harina. Se trata de una metrópoli de mimbre construida con formas geometrizadas pero no exentas de estilización. Las estructuras están cubiertas de gasa y escayola. Habitualmente, el yeso es un material empleado en revoques y enlucidos, no para funciones estructurales primordiales, no es un material duradero. Esta urbe es efímera y, como tal, en cada exposición se transforma y se adapta al espacio disponible.
Irregulares y en apariencia inestables debido a su trazo filiforme, estos “edificios” parecen “dibujados en el espacio” según el precepto estético del escultor Julio González.
Los artistas juegan con la luz e iluminan el conjunto creando un skyline de sombras. La silueta del esqueleto urbano se presenta como un conjunto cohesionado, pero cada pieza puede funcionar de forma autónoma e independiente, aunque su comprensión global se produzca cuando forma parte del todo.

Ciudad efímera


La obra de DV, pese a abanderar el concepto de efímera, no tiene nada de pasajera. Los pasos cortos pero seguros que van dando Diana y Víctor permiten aventurar que el suyo no será un arte perecedero, no morirá en dos exposiciones. A esta pareja artística le espera más camino por recorrer. 




Exposición: "efímero", de Diana Coanda y Víctor Velasco Recio 
(http://www.dvplasticartists.com/)
Lugar: La Barba Blanca (C/Pérez de Ayala 10, Gijón-Asturias)
Fecha: del 11 de abril al 8 de mayo
Comisariado: Natalia Alonso Arduengo

Artículo publicado en el blog de Gijón Creativo

lunes, 21 de abril de 2014

NEOEXPRESIONISMO ALEMÁN

      Desde comienzos del siglo XX, Alemania ha tenido una tradición artística de corte expresionista. En el desarrollo de las vanguardias históricas y previo momento al tenso ambiente de la Primera Guerra Mundial, el país germano asistió a la gestación de dos grupos artísticos: Die Brücke (El puente), entre cuyos integrantes figuraron Kirchner, Heckel, Schmidt-Rottluff y Nolde; y Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), con Kandinsky al frente.
Durante el periodo de entreguerras, en el contexto de la República de Weimar, toma el relevo la llamada Nueva Objetividad Alemana (Die Neue Sachlichkeit) de Grosz, Dix, Beckmann y Schad. Una corriente figurativa expresionista que abanderaba un arte de fuerte denuncia social. 
En el año 1937 tuvo lugar una exposición de este arte calificado como “arte degenerado” por parte del nacionalsocialismo de Hitler. El Tercer Reich lo prohibió por considerar que traicionaba la causa del pueblo germano, pues mostraba sin tapujos una visión desgarradora y ácida del contexto socio-político alemán del momento.

Margarethe (1981, Kiefer)
      
      La segunda mitad del siglo XX en Alemania estuvo marcada por el clima de la Segunda Guerra Mundial. Las heridas posbélicas tardarán décadas en cicatrizar. El arte del Neoexpresionismo se gestó en este ambiente, arrancó en la década de los 60 y maduró llegando a estabilizarse de forma plena en los años 80. El Pabellón alemán de la Bienal de Venecia de 1980 contó con obra de Kiefer y Baselitz. Dos años más tarde fue la Documenta 7 de Kassel de 1982 la que encumbró esta tendencia.
El Nuevo Expresionismo Alemán se desarrolló en el contexto de una Alemania dividida geográfica y políticamente como consecuencia de la Guerra Fría: Estados Unidos frente a la Unión soviética, capitalismo frente a comunismo. En 1961 se comenzó a construir el Muro de Berlín para impedir la comunicación entre Berlín Oriental (República Democrática Alemana) y Berlín Occidental (República Federal Alemana). La reunificación de ambas Alemanias llegó con la caída del Muro en el año 1989.

Deutschland nach der Wahl (1990, Penck)

       Los artistas de la Nueva Pintura Alemana fueron etiquetados como Neofauves (Noveaux Fauves) o Nuevos Salvajes (Die Neuen Wilden, en palabras de Wolfgang Becker). El Neoexpresionismo aglutinó personalidades individuales a las que les unió un mismo entorno y el deseo de recolocar al arte alemán en primera línea de la escena artística después de años de predominio estadounidense.

En la década de los sesenta se celebraron en Alemania exposiciones de expresionismo abstracto con Pollock, De Kooning y Rothko como protagonistas. Su influencia fue clave en aras del desarrollo de la libertad formal y la consecución de una pintura enérgica y expresionista. La abstracción siguió siendo importante pero entre los objetivos principales de los neoexpresionistas estaba la reafirmación de la tradición figurativa.

Paganini (1981, Polke)
       
       Se trató de una tendencia que presentó una impronta nietzscheana, entroncando de este modo con el grupo Die Brücke, quienes tuvieron Así habló Zaratustra como libro de cabecera. Según  Achille Bonito Oliva,  los neoexpresionistas recuperaron a Nietzsche pero acuñando un “nihilismo activo” sin el pesimismo y la desesperanza innatos, aunque retomando cierta angustia de los primeros expresionistas alemanes.
Bonito Oliva sostiene que “la noción de neo-vanguardia nace en Europa de la necesidad de los artistas de postguerra de conectar con la tradición y mentalidad de las vanguardias históricas”. El Neoexpresionismo no fue una prolongación del Expresionismo de comienzos de siglo, pero compartieron un cierto espíritu afín referido a la búsqueda de la identidad nacional, remitiendo así a la noción de la volksgeist herderiana o el espíritu del pueblo. El objetivo es plasmar las características identitarias y distintivas de la idiosincrasia de cada país, el genius loci o arte de los lugares, en un momento en el que el mundo contemporáneo está inmerso de lleno en el fenómeno de la globalización y la cultura de masas.
Algunos críticos detractores como Benjamin H.D. Buchloh, señalaron que esta estrategia de establecer una relación de continuidad con el arte específicamente alemán de la primera mitad del siglo fue fruto de una exitosa institucionalización del mismo por parte del sistema del arte, lo cual le otorgaba además una especie de garantía histórico-artística de cara a su valor en el mercado.

      En las Neo-vanguardias no existió el desarrollo del manifiesto como género de la literatura artística, como sí sucedió en las vanguardias históricas con el Futurismo, el Dadá o el Surrealismo. Lo que es una realidad es que los escasos textos que hay proceden de artistas neoexpresionistas: Pändamonium, de Baselitz y Schönebeck (1961) y El ditirambo que yo he inventado pone de manifiesto los atractivos del siglo XX, de Lüpertz. La personalidad artística de los integrantes del Neoexpresionismo fue enérgica como se puede apreciar por los títulos de estos escritos y también en palabras pronunciadas por Baselitz:

“¡Qué los cuadros atraviesen la garganta, que se claven en los ojos, que atenacen los corazones!”

Die Mädchen von Olmo (1981, Baselitz)
       
          Muchos de estos artistas fueron discípulos y alumnos de Joseph Beuys. Entre ellos destacaron Kiefer, Polke, Richter, Baselitz, Lüpertz, Penck e Immendorff.
El mundo pictórico de Anselm Kiefer aglutina influencias variadas inspirándose en las leyendas alemanas, la mitología nórdica, la Cábala, la Biblia, la Segunda Guerra Mundial (el Holocausto y el exterminio en los campos de concentración) y la poesía de Paul Celan. Aplica sobre el lienzo óleo y materiales extrapictóricos como paja, plomo o alquitrán, de manera que genera unas texturas densas y matéricas. Es una obra de contenido dramático y fuerte lirismo.
Sigmar Polke combina pigmentos tradicionales con preparaciones que contienen aluminio, hierro, plata o panes de oro. Realiza una obra plural abordando fotografía, dibujo o medios audiovisuales. Estilísticamente aboga por una libertad en el trazo que oscila entre la gestualidad y el puntillismo, alternando la explosión cromática con la sobriedad.
La diversidad temática y formal son características en la obra de Gerhard Ritcher, artista que sintió una fuerte atracción por las obras de Pollock y Fontana. Su variada producción aborda figuración y abstracción, monocromía tonal y multiplicidad cromática. En sus pinturas abstractas recurre a diversos procedimientos extendiendo la pintura con espátulas o rodillos.

Abstraktes Bild 809-4 (1994, Ritcher)

Georg Baselitz, pintor, escultor y autor de textos,  aúna influencias diversas: Fautrier, Chaissac, Emil Nolde, Edvard Munch, A.R. Penck y la imaginaría popular. También puede precisarse que sus figuras humanas poseen algo de Fautrier, Wols, Bacon y Dubuffet. Se trata de una figuración brutal, grotesca y de gran violencia expresiva, conseguida a través de un trazo impetuoso y un cromatismo feroz y agresivo.  A partir del año 1969, añade un componente provocativo a sus obras colgándolas deliberadamente de forma invertida para liberarse, según sus propias palabras, “del lastre de la tradición”. Hasta mediados de los setenta sus obras estaban colgadas del revés, pero a partir de los ochenta no sólo las colgará así sino que además las pintará  también a la inversa.
Markus Lüpertz también fue pintor y escultor. En sus lienzos recurrió tanto al lenguaje figurativo como al abstracto. Su estilo está marcado por una expresividad impulsiva que le llevó a recurrir al trazo grueso y a un cromatismo violento.

Sin título (1976, Lüpertz)

La estética de A. R. Penck remite a los graffitis urbanos y al arte primitivo, de este último recibirá el influjo por la música de los ritmos africanos. Su lenguaje debe algo a Picasso y los grafismos preludian el arte del graffitismo neoyorquino y de figuras como Keith Haring. El primitivismo de su obra está logrado a base de simplificadas figuras antropomorfas, que esquematiza casi hasta la abstracción y grafismos arcaicos en fondos neutros.
Por último, Jörg Immendorff realizó una obra figurativa de denuncia social que le aproxima a la vía de la Nueva Objetividad Alemana. Un arte de tintes políticos en el que el bloqueo político de Alemania, que divide el país en dos, se convierte en protagonista. Su pintura recrea espacios interiores asfixiantes con figuras grotescas, ambientaciones de cabaret en las que mezcla a prostitutas con dictadores como Hitler, Lenin y Stalin, generando un clima de alucinación, de esperpento y de pesadilla.

      A partir de la década de los 80 tiene lugar un retorno a la práctica de la pintura y al predominio del lienzo como soporte plástico predilecto. Los integrantes del Neoexpresionismo Alemán son ejemplo del viraje en las tendencias del arte. La pintura se convierte en un campo de experimentación formal. Polke adopta una postura cultural crítica al respecto y en 1984, en Zúrich, manifiestó:

“No podemos estar seguros de que algún día se puedan pintar buenos cuadros –buenas imágenes-; nosotros mismos debemos tomar las riendas.”
                  
Café Deutschland I, (1978, Immendorf)

        El mundo del arte entró de lleno en la posmodernidad y reaccionó ante las afirmaciones de la muerte de la pintura. Habían sido años de arte povera, minimal, conceptual, performance, video arte y land art. Jugando de forma irónica con las palabras, la posmodernidad artística suponía el fin del fin del arte de Arthur C. Danto, quien apocalípticamente afirmó que “los objetos artísticos tienden a desaparecer mientras su teoría tiende al infinito”. En este sentido cabe recordar a Joseph Kosuth y la desmaterialización del objeto artístico como consecuencia de las prácticas conceptuales.
El calificativo de posmoderno aglutina tendencias heterogéneas, manifestaciones artísticas muy diversas pero que coinciden en la recuperación y revisión de la pintura. De forma paralela al Neoexpresionismo Alemán se desarrolló la Transvanguardia Italiana (Sandro Chia, Francesco Clemente, Enzo Cucchi, Nicola De Maria y Mimmo Paladino) y la Bad Painting Americana (Julian Schnabel, David Salle, Eric Fischl y los graffitistas Keith Haring y Jean-Michel Basquiat). Todas ellas tendencias no unitarias, plurales y eclécticas estilísticamente que participan del reexamen de la práctica de la pintura desde la sensibilidad posmoderna.


Bibliografía:
BONITO OLIVA, A.: El arte hacia el 2000. Ediciones Akal, Madrid, 1992.
DE LOS SANTOS AUÑÓN, Mª J.: Neoexpresionismo alemán. Editorial Nerea, San Sebastián, 2004.
EXPÓSITO ORTA, A.: “Los usos de Posmodernidad. Permanencias y cambios en el espíritu de la vanguardia”, en Cuadernos del Ateneo de La Laguna, Nº22, 2006.
LUCIE-SMITH, E.: Movimientos artísticos desde 1945. Ediciones Destino, Barcelona, 1995.
TAYLOR, B.: Arte Hoy. Ediciones Akal, Madrid, 2000.


Artículo publicado para CRAC! # 10 ARTE POSMODERNO 

sábado, 5 de abril de 2014

LA PERSISTENCIA DE "EL ÁNGELUS" DE MILLET EN LA MEMORIA DE SALVADOR DALÍ

     Salvador Dalí (1904-1989) nació en Figueres (Cataluña), una localidad situada  junto al Mar Mediterráneo y próxima a la frontera francesa.
En 1922 entró en la Academia Real de Bellas Artes de Madrid, de la que fue expulsado en dos ocasiones por su rebeldía. Su estancia en la Residencia de Estudiantes de la capital española le permitió conocer a Federico García Lorca y a Luis Buñuel, con quien  realizó la película Un perro andaluz, hito que marcó su inicio en el Surrealismo en el año 1929.

Por mediación de Joan Miró entró en contacto con André Breton en 1928. Al año siguiente conoció a Gala, esposa del poeta Paul Éluard, e inició una relación con ella. Gala se convirtió en su musa y se volvió omnipresente en su vida y en su obra. 


Ángelus, 1932

Sus escritos resultan fundamentales para comprender aspectos clave de su producción pictórica. La principal fuente para el análisis de la distintas versiones que realizó de El Ángelus es un texto escrito entre los años 1932 y 1935, al que tituló El mito trágico de “El Ángelus” de Millet. Esta obra del pintor francés, que conocía por una reproducción que sus padres tenían en casa, obsesionó a Dalí y fue motivo de incesante reflexión:

“El Ángelus de Millet se convierte de súbito para mí en la obra pictórica más turbadora, la más enigmática, la más densa, la más rica en pensamientos inconscientes que jamás ha existido.”

            Jean-François Millet (1814-1875) fue pintor del movimiento conocido como Realismo. Caracterizado por el compromiso con lo social, el Realismo abordó temas hasta el momento ignorados, elevando a la categoría de protagonistas de sus obras a tipos humanos que, de otro modo, nunca habrían tenido el honor de ser representados: campesinos, picapedreros, ferroviarios, lavanderas, mineros… Millet fue autor de óleos como El aventador (1848), El hombre de la azada (1850-1862), Las gavilladoras (1857) y La aguadora (1856-1862). Son obras que reflejan la sencillez y la dureza de los trabajos del campesinado. En ellas retrata a figuras solas o en grupos reducidos entre los que no hay comunicación. Son tipos monumentalizados pero despersonalizados, de facciones genéricas. Empleó cromatismos terrosos. En El Ángelus (1857-1859) las figuras inmóviles, contrastan con el gran espacio vacío en el que se localizan. La pareja campesina realiza un alto en su labor para rezar al atardecer, probablemente después de escuchar el toque de campanas de la iglesia representada al fondo.

El Ángelus de Millet, 1857-1859

                  Dalí interpretó el cuadro partiendo de su método paranoico-crítico, una de sus principales contribuciones al Surrealismo.  Éste consistió en un “método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetivación crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de los fenómenos delirantes.”
Dicho movimiento de vanguardia abogó por la libre asociación de motivos visuales y lingüísticos propugnados por André Breton en el Primer Manifiesto Surrealista.
Dalí defendió la paranoia como fuente de creatividad, no considerándola como un trastorno psíquico, sino como un método de alucinación para desenmascarar nuevos significados en elementos ya existentes. El surrealista dejó por escrito que este cuadro le hizo experimentar personalmente fenómenos delirantes y efectos obsesivos, llegando a causarle sensaciones de angustia y desasosiego. Se obstinó en descubrir aquello que escondía lo que, en apariencia, constituía una sencilla y tranquila plegaria crepuscular.
El artista llegó a solicitar al laboratorio del Museo del Louvre una radiografía del cuadro. A partir de la misma, dijo reconocer en la parte inferior del lienzo, a los pies de la mujer, una masa oscura con forma de paralelepípedo que, según su teoría, correspondería al ataúd de un niño ante el cual rezaría la pareja campesina. Millet, aconsejado por un amigo, habría suprimido este motivo de la obra.


Figura femenina como mantis religiosa

       Dalí consideró a Millet un pintor de tendencias eróticas, que abordó la temática sexual de manera eventual, siendo ese tipo de obras solamente conocidas por su círculo más íntimo.
Su tesis defendió que El Ángelus emana un latente contenido erótico, conclusión que alcanzó mediante el método de la asociación interpretativa. De este modo, el hombre del lienzo trataría de ocultar una erección tapándose con el sombrero, mostrando así una “actitud vergonzosa ante la virilidad”, recogiendo palabras del propio Dalí.
Por otro lado, el artista calificó de expectante y espectral la actitud de la mujer, asimilando su disposición con el carácter de la mantis religiosa. La conducta de esta figura femenina, sumida en una especie de meditación, parece estar a la espera de devorar al macho después de consumar el acto sexual.
Dalí complementó su teoría con unas palabras de claras connotaciones surrealistas:

¡El Ángelus de Millet, hermoso, como el encuentro fortuito, en una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas!

La explicación a esta definición tan daliniana sería la siguiente:
-  El ambiente escenográfico del cuadro, solitario, crepuscular y en medio de la tierra labrada, correspondería a la mesa de disección.
-  El paraguas, por sus connotaciones fálicas, se identificaría con la figura masculina.
-  La máquina de coser, equivaldría a la figura de la mujer, pues su aguja perfora al igual que la mantis religiosa devora al macho tras el coito.


Atavismo del crepúsculo, 1933-1934

         En conclusión, la pareja campesina del lienzo se encuentra en un momento de espera previo a la agresión sexual. La situación del hombre está destinada a ser aquella que sufre el macho de la mantis religiosa. Para Dalí este insecto ilustra a la perfección el mito trágico de El Ángelus de Millet. Amor y Muerte. Eros y Tánatos.


Artículo publicado para Crac! Magazine Notas