“Fotografiar
es poner en el mismo punto
de mira la cabeza, el ojo y el corazón”
Los
inicios fotográficos de Henri Cartier-Bresson (1908-2004) se sitúan en la década
de los años treinta del siglo XX bajo la influencia de la Nouvelle Visión, cuya huella estética se caracterizó por el uso del
plano picado y contrapicado, la pureza geométrica, el empleo de disposiciones
formales repetitivas y una tendencia a la abstracción. A ello había que sumar
la deuda surrealista adquirida tras los años de estudio de Cartier-Bresson en
la academia del pintor Lohte.
En 1931 descubrió en un
volumen de la revista Arts et Métiers
graphiques, una fotografía de Martin Munkácsi en la que tres niños negros
corren a zambullirse en las aguas del lago Tanganica. Esta instantánea desató
su vocación y le motivó a observar la realidad a través del objetivo:
“De repente comprendí que la fotografía es
capaz de fijar la eternidad en un instante. Es la única foto que me ha
influido. En esta imagen hay tanta intensidad, tanta espontaneidad, tanta dicha
de vivir, tanta maravilla, que me deslumbra todavía hoy. La perfección de la
forma, el sentido de la vida, un escalofrío sin igual.”
Tres chicos en el lago Tanganica, de Martin Munkácsi |
Cartier-Bresson
viajó constantemente: África, Hungría, Polonia, Alemania, Italia, España, México…
En Nueva York, en la Galería Julien Levy, realizó su primera exposición. Ya en
ese momento, una figura de la talla de Walker Evans le alabó y definió como un
innovador. Poco después, en 1947, inauguró una retrospectiva en el MOMA que fue
fundamental para su reconocimiento internacional. En ese mismo año cofundó la agencia
Magnum junto a Robert Capa, David
Seymour, George Rodger y William Vandivert. En ella, los autores eran los propietarios
de sus imágenes y de sus negativos, y elegían personalmente los reportajes que
deseaban hacer. La Magnum se
convirtió en un auténtico referente mundial del fotoperiodismo.
Publicó
sus fotos en la prensa ilustrada del momento, tanto en periódicos de
información general (Vu, Voilà, Regards o Ce Soir) como
en la prensa más vanguardista (Verve
o Arts et Métiers graphiques). Y,
atraído por el cine fue, incluso, asistente de Jean Renoir en filmes como La vida es nuestra (1936), Una salida al campo (1936) y La
regla del juego (1939).
En los años previos a
la Segunda Guerra Mundial, Cartier-Bresson abrazó el comunismo y, durante ésta,
fue prisionero de los alemanes en un campo de concentración del que escapó al
tercer intento regresando a Francia en 1943 como corresponsal de guerra.
Documentó la liberación de París en 1944 y, después, siguiendo a las fuerzas
aliadas hasta Alemania, fotografió el campo de refugiados de Dessau y el famoso
interrogatorio de una confidente de la Gestapo.
Alemania, Dessau, 1945 |
Tras la guerra sus
fotografías se centraron más en los valores humanos y sociales, convirtiéndose
en reportero profesional del fotoperiodismo. Su primer destino fue Asia:
Bombay, Cachemira, Punjab, Java, Ceilán, Bali. Sus fotografías más emblemáticas
las realizó en China. En 1948 recorrió Pekín, Hong Kong, Shanghái y Nankín, y
retrató la caída de la China imperialista y los inicios de la era comunista. Más
adelante, en 1954 visitó la URSS y sus fotografías de la vida cotidiana
moscovita se publicaron en Paris Match
y Life.
Portada para la revista Life |
Con Cartier-Bresson nos encontramos ante
una de las figuras más relevantes de la fotografía del siglo XX. Su observación
de la realidad y su forma de reflexionar sobre el medio le han convertido en un
auténtico icono de referencia para destacados nombres dentro de la profesión
como Elliot Erwit, Chris Killip, Larry Fink, Alex Webb o Dennis Hopper.
Formuló su concepción
de la fotografía a través de entrevistas, textos y notas. En el prefacio de su
libro Images à la sauvette sentenció:
“Debemos situar la cámara en el espacio
con relación al objeto, y ahí empieza el gran campo de la composición”.
Detrás de sus virtuosos encuadres se observa que la composición fue una de sus
constantes preocupaciones. Por ello luchó para que los encuadres de sus
imágenes no fuesen modificados en el positivado o en su publicación y, a
finales de la década de 1960, exigió que sus fotografías fuesen publicadas con
el ribete negro original.
China, Shanghai, 1948-1949 |
En la década de 1950,
formuló su teoría del instante decisivo: “No
hay nada en este mundo que no tenga un momento decisivo”, afirmó. La
expresión designa el momento preciso en el que las cosas se organizan en una
disposición a la vez estética y significativa, que aúna el equilibrio formal y
la esencia de la situación. La sublimación de un hecho en su punto culminante: “En fotografía, la creación es cuestión de
un instante, un disparo, una respuesta, la de colocarse la cámara en el campo
de visión del ojo, de atrapar lo que te ha sorprendido, cazar al vuelo sin
trampa, sin dejar que se repita. Al tomar una foto, se pinta un cuadro.” Una
parte de las cualidades de la fotografía son buscadas y, otra, queda en manos
del azar a la espera de la aparición en escena del elemento dotado de vida, del
instante óptimo efímero.
España, Madrid, 1933 |
Defensor de la
fotografía en blanco y negro, su nombre se asocia al de un tipo de cámara: la Leica. De pequeño formato, ligera,
manejable, discreta, con una óptica de gran precisión y adaptada al formato de
35 mm de película cinematográfica constituía, literalmente, una “prolongación óptica de su ojo”. Era
ideal para observar sin ser observado.
Cronista de su tiempo,
Cartier-Bresson fue definido como “el ojo
del siglo” por su biógrafo Pierre Assouline. En el 2002, dos años antes de
su fallecimiento, se creó en París la Fundación
Henri Cartier-Bresson para la conservación de la obra del fotógrafo como uno
de los mejores testimonios del siglo XX.
India, Cachemira, 1948 |
Artículo publicado para Crac! Magazine
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