Artista políticamente
comprometido, Honoré de Daumier (Marsella, 1808-Valmondois, 1879) concibió su
obra como un instrumento de lucha social y apostó por un compromiso ético con
la clase trabajadora con la intención de llegar a transformar la realidad que
le circundaba.
Daumier fue testigo de los
movimientos obreros y proletarios que comenzaron a desarrollarse respaldados
por las teorías de Marx y Engels (El
Manifiesto Comunista data de 1848 y El
Capital de Marx de 1867). En este contexto nació el Realismo, movimiento
artístico y literario al que se adscribió la producción del artista francés.
Esta tendencia surgió en Francia a partir de 1848, después de las revoluciones
populares y como reacción a los ideales subjetivistas y las ansias de evasión románticos.
Honoré de Daumier, por Etienne Carjat |
De formación autodidacta, Daumier
aprendió observando a los mejores artistas en el Museo del Louvre y copiando a
maestros como Rubens o Rembrandt.
Litógrafo, pintor y
escultor destacó, como señaló Baudelaire, por su estilo dinámico y la libertad
de su trazo. Lionello Venturi apuntó también la influencia beneficiosa que
sobre él ejercieron Rembrandt y Goya, especialmente en la obra litográfica.
La lavandera (1860-1863, Daumier) |
En su compromiso
con lo social, Honoré fue un fiel observador de su entorno, un testigo del
París de su época, de la vida cotidiana de la burguesía y del proletariado. Su
obra pictórica toma como protagonistas a tipos humanos hasta entonces ignorados
en la representación artística. Son gentes humildes, trabajadores anónimos. Es
el caso de La lavandera (1860-1863) que va a lavar al Sena
cargando con su hija y los fardos de ropa. La madre posee una monumentalidad
heroica, reforzada por el juego de luces y sombras que realiza el artista. En
su semblante se traduce el peso del trabajo pero se trata de una figura
representada con dignidad a pesar de su humildad.
La dureza de la vida de
las clases sociales bajas también se observa en la serie de obras El vagón de tercera clase (1860-1864). Mujeres, hombres y
niños de distintas edades viajan en incómodos coches de madera. Sus rostros
reflejan el cansancio del día a día.
Daumier fue un artista políticamente
comprometido. En las caricaturas que realizó supo traducir a la perfección su
mirada satírica. Se inició en la práctica de este género en el año 1831,
después de entrar en contacto con el director de La Caricature (1830-1835) Charles Philipon, republicano y
antimonárquico.
De creencias
republicanas también, Honoré fue condenado en 1832 a seis meses de cárcel por
representar al monarca Luis Felipe de Orleans como un gran Gargantúa (1831) grotesco y caricaturizado con cabeza en forma de
pera. La inspiración se encontraba en el personaje de Gargantúa, un gigante glotón protagonista de la novela
homónima de François Rabelais.
Luego, tras la clausura
de esta revista, continuó publicando en Le
Charivari (1832-1837), periódico fundado también por Philipon.
Gargantúa (1831, Daumier) |
La
década de 1830 fue la época dorada de la caricatura francesa. Además de
Daumier, destacaron nombres como Gavarni, Grandville y Monnier. Se desarrolló
una intensa actividad crítica a través de la prensa mediante la caricatura y la
ilustración humorística vinculada a la política y a la denuncia social. El
historiador del arte Valeriano Bozal destacó la función de la misma como
“espejo de lo cotidiano”. La caricatura fue analista de su tiempo y, como tal, entre
los temas predilectos a tratar destacaron la Revolución francesa, la nobleza y
el clero, Napoleón, la Restauración, el auge de los nacionalismos y las
injusticias sociales.
Comenzaron a realizarse
mediante el grabado en madera a contrafibra. Más tarde, con el invento por
parte de Alois Senelfer de la litografía, fue éste el que se convirtió en el
procedimiento técnico predilecto por ser más económico y rápido. Daumier
destacó por su maestría en la litografía, con sutiles gradaciones del gris al
negro.
Además de la sátira
política, Honoré empleó la caricatura como método de denuncia social. En este
sentido destaca la ilustración de la tragedia titulada Rue Transnonain (1834), surgida por la indignación de Daumier ante
la injustificada masacre sufrida en una vivienda de París por una familia
obrera durante la represión policial. Baudelaire realizó una magnífica
descripción de esta escena y merece la pena recoger el pasaje: “Con motivo de la lamentable matanza de la
calle Transnonain Daumier se reveló como un gran artista; el dibujo se conoce
poco pues fue secuestrado y destruido. No es exactamente una caricatura, sino
un relato de la trivial y terrible realidad. En una pobre y desangelada
habitación, una vivienda de proletario, con muebles tristes y contados, el
cuerpo desnudo de un obrero, en camisa, con gorro de algodón, yace boca arriba,
tendido, piernas y brazos extendidos. Sin duda se produjo en la habitación una
lucha violenta, un gran alboroto, pues las sillas están volcadas, así como la
mesilla de noche y el orinal. Bajo el peso de su cadáver, el padre aplasta
contra el suelo el cuerpo muerto de su pequeño hijo. En esta buhardilla sólo
hay silencio y muerte.”
Rue Trasnonain (1834, Daumier) |
Para
burlar la censura que perseguía su trabajo de manera constante, Daumier pasó de
realizar dibujos de fuerte crítica política y social, a caricaturas satíricas
costumbristas de tipos populares que apoyaban la política imperante: jueces,
abogados, banqueros, financieros, comerciantes… Toda una galería de estereotipos
que traducía los vicios, la hipocresía, el cinismo y las costumbres sociales de
la clase media-alta.
Además de litografías,
realizó esculturas entre las que destacan un conjunto de bustos de terracota
policromada que retratan de forma caricaturesca a políticos de su tiempo. Caracterizados por un modelado vigoroso de las
formas, son obras que muestran gran potencia expresiva. Destaca en ellos la exageración
de los rasgos fisionómicos originales de los retratados, de tal manera que
rozan incluso lo monstruoso y lo grotesco. Este último fue un concepto estético
sobre el que se teorizó en el siglo XIX y Baudelaire lo abordó en su ensayo De
la esencia de la risa y en general de lo cómico en las artes plásticas
(1855). Lo grotesco, denominado por el literato como “cómico absoluto”, sería
el causante de una risa repentina.
Baron de Podenas (1833, Daumier) |
Pintor de las clases
populares e ilustrador satírico, Daumier fue, como sostuvo Henri Focillon, el
“cronista de París”. Nada escapaba a su agudeza observadora.
Su valía no llegó a ser
reconocida del todo en vida y los últimos años pasó verdaderas dificultades
económicas. Afortunadamente contó con la estima de Baudelaire quien, en Quelques caricaturistes français
(1857), le señaló como
artista destacado no sólo de la caricatura sino del arte moderno en general.
Más tarde Champfleury publicó Histoire de la caricature moderne (1865), obra en la que se le incluyó
como artista. Y ya en el siglo XX, el historiador del arte y crítico Lionello Venturi le llegó a definir como el “Miguel
Ángel de la caricatura”.
Bibliografía:
BOZAL, Valeriano: El Siglo de los Caricaturistas. Historia
16, Madrid, 2000.
DE MIGUEL EGEA, Pilar: Del Realismo al Impresionismo. Historia
16, Madrid, 2000.
EISENMAN, Stephen F.: Historia crítica del Arte del Siglo XIX.
Ediciones Akal, Madrid, 2001.
FOCILLON, Henri: Daumier. Casimiro Libros, Madrid, 2013.
Artículo publicado para Crac! Magazine # 14 REALISMO
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