lunes, 29 de diciembre de 2014

DAUMIER: REALISMO SOCIAL Y CARICATURA POLÍTICA

    Artista políticamente comprometido, Honoré de Daumier (Marsella, 1808-Valmondois, 1879) concibió su obra como un instrumento de lucha social y apostó por un compromiso ético con la clase trabajadora con la intención de llegar a transformar la realidad que le circundaba.
Daumier fue testigo de los movimientos obreros y proletarios que comenzaron a desarrollarse respaldados por las teorías de Marx y Engels (El Manifiesto Comunista data de 1848 y El Capital de Marx de 1867). En este contexto nació el Realismo, movimiento artístico y literario al que se adscribió la producción del artista francés. Esta tendencia surgió en Francia a partir de 1848, después de las revoluciones populares y como reacción a los ideales subjetivistas y las ansias de evasión románticos. 

La temática del Realismo partía del costumbrismo, inspirándose en los problemas de la sociedad de la época, buscando la representación objetiva y sin idealismos de la realidad. Características de este movimiento son obras como Los picapedreros (1845) de Courbet o El hombre de la azada (1850-1862) de Millet. Se trata de pinturas que reflejan la dureza de la vida campesina y muestran figuras monumentalizadas pero despersonalizadas, de rostros vulgares y facciones son genéricas. La versión escultórica de estos lienzos la aportó Meunier con obras como Mineros (1882), El segador o El pudelador.

Honoré de Daumier, por Etienne Carjat

     De formación autodidacta, Daumier aprendió observando a los mejores artistas en el Museo del Louvre y copiando a maestros como Rubens o Rembrandt.
Litógrafo, pintor y escultor destacó, como señaló Baudelaire, por su estilo dinámico y la libertad de su trazo. Lionello Venturi apuntó también la influencia beneficiosa que sobre él ejercieron Rembrandt y Goya, especialmente en la obra litográfica.

La lavandera (1860-1863, Daumier)
      En su compromiso con lo social, Honoré fue un fiel observador de su entorno, un testigo del París de su época, de la vida cotidiana de la burguesía y del proletariado. Su obra pictórica toma como protagonistas a tipos humanos hasta entonces ignorados en la representación artística. Son gentes humildes, trabajadores anónimos. Es el caso de La lavandera (1860-1863) que va a lavar al Sena cargando con su hija y los fardos de ropa. La madre posee una monumentalidad heroica, reforzada por el juego de luces y sombras que realiza el artista. En su semblante se traduce el peso del trabajo pero se trata de una figura representada con dignidad a pesar de su humildad.
La dureza de la vida de las clases sociales bajas también se observa en la serie de obras El vagón de tercera clase (1860-1864). Mujeres, hombres y niños de distintas edades viajan en incómodos coches de madera. Sus rostros reflejan el cansancio del día a día.

El vagón de tercera clase (1860-1864, Daumier)

         Daumier fue un artista políticamente comprometido. En las caricaturas que realizó supo traducir a la perfección su mirada satírica. Se inició en la práctica de este género en el año 1831, después de entrar en contacto con el director de La Caricature (1830-1835) Charles Philipon, republicano y antimonárquico.

De creencias republicanas también, Honoré fue condenado en 1832 a seis meses de cárcel por representar al monarca Luis Felipe de Orleans como un gran Gargantúa (1831) grotesco y caricaturizado con cabeza en forma de pera. La inspiración se encontraba en el personaje de Gargantúa, un gigante glotón protagonista de la novela homónima de François Rabelais. 
Luego, tras la clausura de esta revista, continuó publicando en Le Charivari (1832-1837), periódico fundado también por Philipon.

Gargantúa (1831, Daumier)

La década de 1830 fue la época dorada de la caricatura francesa. Además de Daumier, destacaron nombres como Gavarni, Grandville y Monnier. Se desarrolló una intensa actividad crítica a través de la prensa mediante la caricatura y la ilustración humorística vinculada a la política y a la denuncia social. El historiador del arte Valeriano Bozal destacó la función de la misma como “espejo de lo cotidiano”. La caricatura fue analista de su tiempo y, como tal, entre los temas predilectos a tratar destacaron la Revolución francesa, la nobleza y el clero, Napoleón, la Restauración, el auge de los nacionalismos y las injusticias sociales.
Comenzaron a realizarse mediante el grabado en madera a contrafibra. Más tarde, con el invento por parte de Alois Senelfer de la litografía, fue éste el que se convirtió en el procedimiento técnico predilecto por ser más económico y rápido. Daumier destacó por su maestría en la litografía, con sutiles gradaciones del gris al negro.


     Además de la sátira política, Honoré empleó la caricatura como método de denuncia social. En este sentido destaca la ilustración de la tragedia titulada Rue Transnonain (1834), surgida por la indignación de Daumier ante la injustificada masacre sufrida en una vivienda de París por una familia obrera durante la represión policial. Baudelaire realizó una magnífica descripción de esta escena y merece la pena recoger el pasaje: “Con motivo de la lamentable matanza de la calle Transnonain Daumier se reveló como un gran artista; el dibujo se conoce poco pues fue secuestrado y destruido. No es exactamente una caricatura, sino un relato de la trivial y terrible realidad. En una pobre y desangelada habitación, una vivienda de proletario, con muebles tristes y contados, el cuerpo desnudo de un obrero, en camisa, con gorro de algodón, yace boca arriba, tendido, piernas y brazos extendidos. Sin duda se produjo en la habitación una lucha violenta, un gran alboroto, pues las sillas están volcadas, así como la mesilla de noche y el orinal. Bajo el peso de su cadáver, el padre aplasta contra el suelo el cuerpo muerto de su pequeño hijo. En esta buhardilla sólo hay silencio y muerte.”

Rue Trasnonain (1834, Daumier)
      Para burlar la censura que perseguía su trabajo de manera constante, Daumier pasó de realizar dibujos de fuerte crítica política y social, a caricaturas satíricas costumbristas de tipos populares que apoyaban la política imperante: jueces, abogados, banqueros, financieros, comerciantes… Toda una galería de estereotipos que traducía los vicios, la hipocresía, el cinismo y las costumbres sociales de la clase media-alta.
Además de litografías, realizó esculturas entre las que destacan un conjunto de bustos de terracota policromada que retratan de forma caricaturesca a políticos de su tiempo. Caracterizados por un modelado vigoroso de las formas, son obras que muestran gran potencia expresiva. Destaca en ellos la exageración de los rasgos fisionómicos originales de los retratados, de tal manera que rozan incluso lo monstruoso y lo grotesco. Este último fue un concepto estético sobre el que se teorizó en el siglo XIX y Baudelaire lo abordó en su ensayo De la esencia de la risa y en general de lo cómico en las artes plásticas (1855). Lo grotesco, denominado por el literato como “cómico absoluto”, sería el causante de una risa repentina.

Baron de Podenas (1833, Daumier)

     Pintor de las clases populares e ilustrador satírico, Daumier fue, como sostuvo Henri Focillon, el “cronista de París”. Nada escapaba a su agudeza observadora.
Su valía no llegó a ser reconocida del todo en vida y los últimos años pasó verdaderas dificultades económicas. Afortunadamente contó con la estima de Baudelaire quien, en Quelques caricaturistes français (1857), le señaló como artista destacado no sólo de la caricatura sino del arte moderno en general. Más tarde Champfleury publicó Histoire de la caricature moderne (1865), obra en la que se le incluyó como artista. Y ya en el siglo XX, el historiador del arte y crítico Lionello Venturi le llegó a definir como el “Miguel Ángel de la caricatura”.


Bibliografía:

BOZAL, Valeriano: El Siglo de los Caricaturistas. Historia 16, Madrid, 2000.
DE MIGUEL EGEA, Pilar: Del Realismo al Impresionismo. Historia 16, Madrid, 2000.
EISENMAN, Stephen F.: Historia crítica del Arte del Siglo XIX. Ediciones Akal, Madrid, 2001.
FOCILLON, Henri: Daumier. Casimiro Libros, Madrid, 2013.


Artículo publicado para Crac! Magazine # 14 REALISMO 



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