“El
paisaje es un elemento clave del bienestar individual y social
y su protección, gestión y ordenación implican derechos y responsabilidades para todos”
CONVENIO
EUROPEO DEL PAISAJE
La ruina emerge como
metáfora del fin de toda civilización. Los escombros son síntoma de decadencia
y caída. También de nostalgia por un pasado que no va a volver. Constable,
Turner, Piranessi, Paul Nash, Graham Sutherland, Tacita Dean… Son muchos los
artistas que han visto en este elemento de despojo un motivo para la creación.
En Paso de Gigantes Cristina Ferrández presenta un progress
to nowhere a través de fantasmagorías de hormigón que remiten
a la historia como un paisaje en ruinas. Partiendo de las tesis
de
Walter Benjamin este proyecto reclama que el futuro no existe pues se sustenta
en un progreso que nos aleja del paraíso perdido.
El Angelus Novus de Ferrández deambula entre escombros silentes producto
de la metástasis estructural del sistema. La paradoja del caso es que estas
ruinas ya nacieron como tales, no tuvieron una vida y un desarrollo, sino que
emergieron muertas. Son ruinas prematuras o latentes de proyectos que nunca
llegaron a ser algo y que generan, en palabras de la artista, “espacios de distorsión del paisaje”. Éstos
se vinculan a una nueva estética de lo sublime cargada de tintes dramáticos,
pues aquí ya no somos meros espectadores sobrecogidos por una naturaleza
inabarcable, sino que somos actores de un paisaje que nos habla de un presente cargado
de urgencia de futuros.
El
crítico Brian Dillon, comisario de la muestra Ruin lust de la Tate Modern y fundador de la revista Parkett afirmó: “Las ruinas son un recordatorio de la realidad universal del colapso y
la putrefacción, un aviso llegado desde el pasado sobre el destino de nuestra
civilización, un ideal de belleza que resulta atractivo precisamente por sus
defectos y fallos, un monumento a los caídos en una guerra antigua o reciente,
la imagen precisa del exceso económico y el declive industrial”.
¿De
qué nos hablan los cementerios de proyectos de Paso de Gigantes? Estas arquitecturas e infraestructuras
inconclusas, deshabitadas o derruidas funcionan a modo de denuncia estética o Biblia pauperum del despilfarro que
traduce la ausencia de unas políticas de ordenación territorial que respeten
las características paisajísticas del entorno y su realidad social. Asimismo,
ejemplifican una colosal e incongruente inversión de fondos públicos.
El paisaje habla del pasado de un
territorio, de su presente y, en cierto modo, también anticipa el devenir
futuro. Para Joan Nogué “el paisaje tiene
una dimensión cultural, patrimonial e identitaria excepcional, sin que ello
implique dejar de intervenir y de modificarlo. El paisaje, en efecto, es algo
vivo, dinámico y en continua transformación, capaz de integrar y de asimilar
con el tiempo elementos que responden a modificaciones territoriales
importantes, siempre y cuando estas modificaciones no sean bruscas, ni demasiado
impactantes, ni avasallen los elementos básicos que han dado continuidad
histórica a aquel paisaje”.
Vivimos
en los tiempos hipermodernos
definidos por Gilles Lipovetsky. Tiempos de paradojas y de excesos, de
tensiones entre lo local y lo global, de fricciones entre la naturaleza y el
progreso, y de alteraciones en la concepción espacio-tiempo motivadas por la
aceleración generalizada de todos y cada uno de los ámbitos del sistema. Una
consecuencia directa son las transformaciones en la morfología de muchos
paisajes que se producen de manera rápida, casi voraz y, por ello, difícil de
asumir. El problema surge cuando estos cambios son tan radicales que cuestionan
la identidad de muchos lugares. Se puede intervenir pero sin destruir. La raíz de
la cuestión no está en la oposición al progreso ni en la apología a un paisaje
prístino, sino en no echar a perder la fisonomía de un territorio ni rebajar su
calidad estética.
El
peligro de no amortiguar las intervenciones abrasivas en el medio puede dar
lugar a “paisajes aterritoriales o
paisajes en huelga” como ha definido el geógrafo Francesc Muñoz, o a “territorios sin discurso y paisajes sin
imaginario”, como sostiene el ya citado Nogué. Es decir, escenarios de
formas estandarizadas vinculadas al consumo, al negocio y a la especulación.
Si los no lugares de Marc Augé se han
convertido con el devenir de los tiempos en espacios de pleno significado antropológico
para determinados grupos sociales, ¿qué ocurre con los edificios sin uso, las
autopistas sin coches y los aeropuertos sin aviones?, ¿qué lugar ocupan las
infraestructuras y los edificios que presenta Paso de Gigantes?, ¿son los nuevos no lugares hasta que en su acontecer adquieran otros significados o
simplemente vivirán como ruina hasta su desaparición?.
La protección, gestión y ordenación del
territorio implica derechos y responsabilidades. El Consejo de Europa elaboró
en Florencia en el año 2000 el Convenio
Europeo del Paisaje, un documento-declaración de intenciones que pretende
poner en valor el papel relevante que el paisaje tiene y ha tenido en la
formación, consolidación y mantenimiento de identidades territoriales. El
Convenio se refiere a la “gestión de los paisajes” como a
aquellas “acciones encaminadas, desde una
perspectiva de desarrollo sostenible, a garantizar el mantenimiento regular de
un paisaje, con el fin de guiar y armonizar las transformaciones inducidas por
los procesos sociales, económicos y medioambientales”.
Las autoridades públicas
competentes son plenamente responsables de llevar a cabo una gestión prudente en materia de políticas
paisajísticas y de ordenación del territorio. Lamentablemente andamos escasos de
sensibilidad paisajística y existe mucha mano larga y despilfarradora. Si «el paisaje es un estado del alma», como
dejó escrito el pensador francés Henry-Fréderic Amiel, está claro que las
imágenes que recoge Paso de Gigantes nos
hablan de la existencia a nuestro alrededor de muchas almas sin ética ni
estética.
Paso de Gigantes en LABoral Centro de Arte
Paso de Gigantes de gana el Certamen Nacional de Arte de Luarca
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