Sala
Fundación MAPFRE Recoletos
Desde
el 22 de octubre 2016 hasta 29 de enero de 2017
Restaurant de la Machine à Bougival (1905, Maurice de Vlaminck) |
El
Fauvismo constituyó una tendencia de corta duración temporal pero de mucha
repercusión posterior. Se consideró la primera revolución artística del siglo
XX aunque, más que un movimiento, sería más acertado definirlo como un
acontecimiento de carácter experimental que preludiaba la vanguardia artística.
En palabras de Matisse: “El Fauvismo fue
un breve momento durante el que pensamos que era necesario exaltar todos los colores
en conjunto, sin sacrificar ninguno”.
La
Sala de Exposiciones del Paseo de Recoletos de la Fundación Mapfre presenta,
hasta el 29 de enero de 2017, la muestra titulada Los Fauves. La pasión por el color. En ella se propone “un exhaustivo recorrido por la génesis y el
desarrollo del fauvismo, movimiento exultante y polémico que supuso un desafío
renovador frente al arte de su tiempo.”
Big Ben de Londres (1906, André Derain) |
Los
Fauves no formaron un
grupo coherente ni unificado. No tuvieron un programa ideológico propio,
ni tampoco un programa estético definido, ni ningún manifiesto, como sí ocurrió
con otros movimientos de vanguardia como el Cubismo,
el Futurismo o el Surrealismo. Por ello, quizás resulte más adecuado hablar de estilos Fauve, más que de
un único y común estilo Fauve. De
hecho, la crítica del momento les calificó como “anarquistas”, y ello en un doble sentido: desde el punto de vista
artístico, pero también por los antecedentes sociales e intelectuales y la
ideología de izquierdas de algunos de sus integrantes.
Estos artistas tampoco desarrollaron su particular estilo pictórico de forma simultánea. El grupo se fue formando poco a poco, desde los primeros encuentros en 1892, pasando por una reconstrucción del núcleo inicial entre 1900 y 1903, hasta completarse de manera definitiva en 1906.
Estos artistas tampoco desarrollaron su particular estilo pictórico de forma simultánea. El grupo se fue formando poco a poco, desde los primeros encuentros en 1892, pasando por una reconstrucción del núcleo inicial entre 1900 y 1903, hasta completarse de manera definitiva en 1906.
Retrato de Henri Matisse (1905, André Derain) |
Matisse escribió sobre el inicio de inquietudes comunes entre los artistas fauves que se consideran como el grupo inicial: “Conocí a Derain en el estudio de Eugène Carrière, donde trabajaba, y me interesé por la obra seria y escrupulosa de este artista tan dotado. Un día fui a la exposición de van Gogh en la Bernheim, en la rue Laffitte. Allí estaba Derain con un amigo suyo, un joven enorme que proclamaba su entusiasmo en tono de autoridad. Decía: Ves, tienes que pintar con cobaltos puros, bermellones puros, veroneses puros. Me dio la sensación de que a Derain le asustaba un poco. Pero le admiraba por su entusiasmo y su pasión. Se acercó y me presentó a Vlaminck. Derain me pidió que fuera a ver a sus padres para convencerles de que la pintura era una profesión respetable, cosa que ellos no creían. Y para dar mayor seriedad a mi visita, llevé a mi mujer conmigo. A decir verdad, la pintura de Derain y Vlaminck no me sorprendió, pues estaba muy cerca de mis propias búsquedas. Pero me emocionó descubrir que aquellos pintores tan jóvenes tuvieran algunas convicciones semejantes a las mías”.
Por
norma general, se sostiene que el “Fauvismo
oficial” se consolidó en 1905 en el llamado Salón de Otoño, y su fin tuvo lugar en 1908, año a partir del cual
sus integrantes tomaron trayectorias personales e independientes, llegando
incluso a incorporarse a otros grupos de vanguardia. De hecho, la revalorización
de Cézanne hacia 1907 constituyó una influencia directa y decisiva para algunos
de sus miembros como Braque, quien decidió seguir por esa línea y avanzar hacia
el Cubismo. Otros, como Kees van
Dongen derivaron hacia el Expresionismo.
Retrato de cantante de cabaret (1908, Kees van Dongen) |
La
reacción de la crítica y del público ante el escándalo que supuso el citado Salón de Otoño de 1905 dio lugar al movimiento
como tal, pese a que las similitudes estéticas que venían presentando estos
artistas eran anteriores. En él expusieron Matisse, Derain, Vlaminck, Van
Dongen, Dufy, Friesz, Braque, Manguin, Camoin, Puy, Marquet…
El nombre del movimiento fue adjudicado,
sin pretenderlo, por Louis Vauxcelles quien, a propósito de un busto
italianizante de Marquet presente en la exposición, exclamó: “¡Donatello entre las fieras!”.
Fauve
significa “fiera” en francés. Los fauvistas
se consideraron auténticos animales pictóricos que obviaron lo académico y
manifestaron sus instintos primitivos. A lo largo de todas las obras de la
muestra de la Fundación Mapfre se observan las principales características de
este lenguaje expresivo de formas distorsionadas y superficies matéricas en el
cual el color asume la función constructiva del cuadro.
Figura con paraguas (1905, Henri Matisse) |
Entre
los antecedentes directos de este estilo se localizó el Impresionismo, del cual adquirieron la técnica abocetada y la
exaltación de colores opuestos; el Postimprensionismo
de Van Gogh por el uso del color primario y las texturas pastosas; y el Divisionismo de Seurat y Signac en el
empleo de la pincelada punteada y deshecha.
Por otro lado, las
formas simplificadas y enormemente expresivas de los fauvistas, así como el primitivismo entendido como el
desencadenamiento del instinto pictórico procedieron del interés del grupo por
las culturas extraeuropeas, especialmente del arte africano y de las máscaras Fang. Es muy probable que
Vlaminck fuera el primero de los fauves
en tener escultura africana puesto que se cree que un amigo de su padre le
habría regalado dos tallas de Costa de Marfil. Derain vio estos objetos a
través de Vlaminck y, a su vez, aficionó a Matisse al arte africano quien lo
reflejó en obras como el retrato de Marguerite
de 1907. De hecho, Gertrude Stein siempre sostuvo que fue Matisse quien mostró
por primera vez escultura africana a Picasso cuando se conocieron en el otoño
del año 1906. Poco después del adalid del Cubismo
reflejó su influencia en Las señoritas de
Avignon (1907).
Marguerite (1907, Henri Matisse) |
La
figura de Cèzanne también fue muy importante, pues de ella aprendieron los fauves que el modelado procedía del
color y no del dibujo; y de Maurice Denis, teórico del Simbolismo, se tomó su famosa
declaración programática convertida en axioma de la pintura contemporánea: “Un cuadro, antes de ser un caballo de
batalla, una mujer desnuda o cualquier otra anécdota, es una superficie plana
cubierta de colores en un cierto orden”.
El color en el Fauvismo es autónomo, no mimético con la realidad puesto que remite
al ámbito subjetivo-emocional del artista. Es, además, un color violento y puro,
pues los fauvistas defendieron el
empleo de los colores como “cartuchos de
dinamita”.
Vlaminck, de hecho, llegó a proclamar
que “quería incendiar la Escuela de
Bellas Artes con sus cobaltos y sus bermellones”.
Chaville, l'Etang de l'Ursine (1905, Maurice de Vlaminck) |
Sin duda, el Fauvismo fue una tendencia controvertida que no generó indiferencia
entre la crítica del momento. Louis Vauxcelles proclamó los siguientes elogios
sobre los fauves: “Contamos hoy con una exuberante generación
de jóvenes pintores, tan audaces que rozan la temeridad, dibujantes honestos,
coloristas vigorosos; algunos de ellos serán los maestros del mañana”.
Sin embargo, la crítica desfavorable fue
despiadada calificando estas obras de “torpes
e ingenuos juegos de un niño con una caja de colores”, en palabras de Marcel Nicolle para Le Journal de Rouen, o como “un
bote de pintura lanzado a la cara del público”, según el crítico de arte
Camille Mauclair.
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