D.O.U.G.L.A.S., la última ola de la
tierra (2016) del colectivo conocido como Surfcitizens es una gran estructura
luminosa de 1,70 m. de altura conformada por 53 tubos fluorescentes. Los ideólogos de la llamativa pieza son un
grupo de surferos integrado por Xavi Ocaña, Alberto Calvete, Idil Criado y Marc
Conca. La Galería Adriana Suárez la
presenta con motivo de La Noche Blanca
2016 de Gijón.
En la web del grupo se
puede leer el siguiente texto que remite a un contexto distópico de elaboración de
la pieza. La última ola sería, pues,
el producto de una sociedad futurista:
“La
Tierra, año 2778. Las grandes corporaciones controlan el planeta. Tras el
consumo de la mayor parte de los recursos naturales, los avances tecnológicos
han logrado desarrollar formas de preservar la vida humana prescindiendo de la
naturaleza. La autonomía del ser humano respecto al planeta ha hecho
desaparecer los movimientos ecologistas, acelerando la proliferación de formas
de vida y producción no sostenibles. Fuera de las ciudades, cualquier hábitat
natural se ha extinguido. Incluidos los mares y los océanos. El calentamiento
global y el vertido de residuos tóxicos han acabado con el viento, las mareas,
los arrecifes de coral y cualquier forma de vida marina. El fondo del mar es un
desierto. Sin vida, sin movimiento, sin olas.
Con
la esperanza de garantizar la supervivencia de los mares y océanos, un grupo de
surfers conocidos como Surfcitizens crearon a D.O.U.G.L.A.S, la última ola de
la Tierra. Un ente hecho de luz en cuyo interior lograron encerrar la última
gota de vida marina. D.O.U.G.L.A.S está dotada de inteligencia artificial.
Es capaz de pensar, comunicarse y desplazarse a la velocidad de la luz. Para
sobrevivir solo necesita conectarse a una toma de electricidad antes de que su
batería se agote. Su misión es mantener a salvo la única esperanza de vida acuática
que queda en el planeta mientras una nueva generación de Surfcitizens trata de
descifrar el código que abre su interior. Solo entonces
D.O.U.G.L.A.S podrá llegar al mar y devolver la vida y las olas a las
aguas de la Tierra.”
D.O.U.G.L.A.S., la última ola (2016, Surfcitizens) |
Iconográficamente
esta escultura nos remite a La gran ola
de Kanagawa, la famosa estampa japonesa de Hokusai fechada entre 1830 y 1833, durante el período Edo de
la historia de Japón. Se trata de una de sus obras
más emblemáticas y forma parte de su conocida
serie Treinta
y seis vistas del monte Fuji. A partir de la segunda mitad del
siglo XIX la citada estampa de La gran
ola se volvió muy popular entre artistas y coleccionistas franceses. En
general todas las estampas ukiyo-e de esta serie fueron una importante fuente
de inspiración para pintores europeos del siglo XIX como Vincent van
Gogh, Claude Monet, Edgar Degas, Auguste
Renoir, Camille Pissarro, Mary Cassatt...
También para músicos como Claude Debussy quien, en la portada de la edición
original de 1905 de la obra para orquesta La mer, reproducía La gran ola de Kanagawa.
La gran ola de Kanagawa (1830-1833, Hokusai) |
En
La Tierra de D.O.U.G.L.A.S la
naturaleza ha tenido que ser preservada de su desaparición a través de la vida
artificial. La escultura realizada con decenas de tubos fluorescentes alberga
en su interior de forma salvífica la última gota de vida marina. El neón, tradicionalmente
empleado en los anuncios publicitarios, entró en el campo del arte por medio de
movimientos como el arte povera, en
el que artistas de la talla de Mario Merz lo introdujeron en creaciones como los
Iglús en los que es frecuente que incorpore
frases políticas o literarias hechas con este material. Los tubos de neón y su
potencial lumínico tuvieron mucha presencia también en los años 70 entre los
artistas del Minimal y del Conceptual Art. Entre los nombres a
destacar encontramos a Dan Flavin, Bruce Nauman, Tracey Emin, Massimo Uberti, Tim Etchels, Robert Montgomery, Joseph
Kosuth, Jung Lee y Yael Bartana.
Más allá del referente iconográfico
de Hokusai, D.O.U.G.L.A.S., la última ola
de la tierra, nos presenta un futuro distópico. La industrialización llevada
al extremo y el desarrollismo agresivo habrían generado una sociedad de ficción
al estilo de la presentada por Ridley Scott
en la película Blade Runner (1982), basada
parcialmente en la novela de Philip K.
Dick titulada ¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas? (1968). La
película describe un futuro en el que, mediante la ingeniería genética, se
fabrican humanos artificiales a los que se denomina replicantes.
En el libro, la
acción transcurre en un mundo en el que, después de una guerra nuclear, la vida
animal ha sido diezmada y los seres vivos sustituidos por máquinas.
Blade Runner |
El
cambio radical de los comportamientos económicos, políticos y sociales, la antropización
del territorio y la degradación medioambiental, la desaparición de especies animales
y vegetales, incluso de ecosistemas y, en general, la ruptura del equilibrio
entre la naturaleza y los seres del planeta Tierra presagian un futuro incierto
y cercano a los argumentos de las novelas de un escritor como J. G. Ballard. La última ola y su formulación
conceptual arraigada en la ciencia ficción, proponen una reflexión sobre lo
natural y lo artificial, la utopía y la distopía.
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