jueves, 19 de noviembre de 2015

ART AS A STAGE

"Es mucho mejor hacer Arte comercial que Arte por el Arte"

Andy Warhol, Mi filosofía de A a B y de B a A

Andy Warhol

La cultura capitalista reduce la obra de arte a la condición de mercancía. De este modo, la línea divisoria entre cultura y negocio puede llegar a ser muy difusa y, en muchos casos, inexistente. Las escandalosas cifras de las subastas que ocupan los titulares de los periódicos y determinadas  secciones del telediario así lo confirman.
Si el mercado crea las necesidades y orienta los gustos de los consumidores, el arte como mercancía a promocionar se amolda a sus reglas como cualquier otro tipo de producto siendo fundamental la publicidad para reforzar la imagen de marca. Luis Bassat en su best seller titulado “El Libro Rojo de las Marcas” especifica que una marca es algo que identifica, califica y, sobre todo, da un valor añadido al producto tangible. Es decir, que la marca o nombre comercial que un fabricante le pone a un producto, ofrece seguridad y estatus al comprador, añade una validación de su gusto y exige un precio mayor.

Obras de Jeff Koons

En una reciente entrevista al filósofo y crítico de arte Boris Groys se le preguntó acerca de artistas como Jeff Koons o Damien Hirst. La respuesta de Groys fue la siguiente:

Los dos tienen mucho talento, pero han creado una especie de marca de serie que no es más que un producto comercial. Esa marca hace que me parezcan poco interesantes. Es posible analizar marcas como Prada, Vuitton o Gucci. Hay gente que lo hace, sobre todo en EE UU, pero al final lo que decide la fama no es el lenguaje y la interpretación, sino el dinero y la comercialización.”

Jeff Koons, Damien Hirts y Andy Warhol son artistas de marca. Christie`s, Sotheby`s y Phillips de Pury son marcas de casas de subastas. El Moma, la Tate o el Guggenheim son marcas de museos. También hay marchantes y galeristas de marca como Gagosian o Jay Joplin de White Cube y, por último, coleccionistas de marca siendo Charles Saatchi uno de sus principales ejemplos.

Jay Jopli de White Cube

Si artistas, galeristas, marchantes, casas de subastas y coleccionistas deben estar respaldados por una “marca”, si el mercado se reduce a especulación y la obra a  símbolo de estatus, ¿qué queda del arte? ¿tiene más interés la marca que la calidad de la obra?. Entonces… ¿art is a stage? Andy Warhol llegó a afirmar en el año 1984 que era estupendo llegar a su casa y poder quitarse el “traje de Andy”. ¿Es todo este desfile de marcas un auténtico baile de máscaras dentro de esta especie de carnaval del arte?

Dom Thompson, en su archiconocido ensayo “El tiburón de 12 millones de dólares” sentenció: “La motivación que conduce al consumidor a pujar en una casa de subastas de marca, a comprar a un marchante de marca o a decantarse por obras que tienen el certificado de haberse expuesto en un museo de marca, es la misma que impulsa la compra de otros bienes de consumo de lujo.” Es decir, la satisfacción que obtiene el comprador cuando adquiere arte procede de su precio. Cuanto más elevado sea, más valioso se considera el objeto y mayor la gratificación por su compra. Es el conocido como “efecto Veblen” por medio del cual la exclusividad se asocia al precio como reflejo de estatus social y vanagloria de la posesión.

The physical impossibility of death in the mind of someone living (1991, Damien Hirst)

El filósofo, crítico de arte y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Fernando Castro Flórez desarrolló, el 20 de octubre de 2015, una conferencia bajo el título: “La están peinando. Sobreel vértigo de los precios en el arte y la famosa tomadura de pelo”, en el Museo Nicanor Piñole de Gijón dentro del ciclo de charlas “El circuito del arte. Galeristas, marchantes y coleccionistas.”

Castró Flórez criticó duramente la estrategia especulativa de un artista como Damien Hirst quien, el 15 de septiembre de 2008, mientras se producía la caída de Lehman Brothers provocando una de las mayores crisis económicas de nuestra historia reciente, subastaba en Sotheby's las obras de su colección por 140 millones de euros. Para ello analizó las cifras que recoge Don Thompson en el anterior libro citado y en su recientemente publicado ensayo titulado “LaSupermodelo y la Caja de Brillo”, orientando su discurso hacia la glamourización del coleccionismo y la fuerte presencia en el mercado de un coleccionista de marca que está guiando los designios del arte contemporáneo a golpe de talonario ejemplificado en las lucrativas jugadas de figuras como Charles Saatchi y José Mugrabi.

Busto de Stephanie Seymour, de Maurizio Cattelan

Warhol dictaminó hace décadas que l`art pour làrt no aporta nada, que lo fundamental es el arte comercial pues está respaldado por el mercado. Estamos frente a un panorama en el que el valor económico de la obra de arte cobra más importancia que su valor estético. ¿La economía de mercado reescribirá la futura Historia del Arte?. Lo que está claro es que el binomio “procedencia-marketing” se está engullendo a la valoración histórico-artística de las piezas. Ahora importa la marca, la mística del artista, en qué colección o museo ha estado o cuál es el último precio que ha alcanzado en subasta.

Como contrapunto a esta visión feroz de un coleccionismo movido únicamente por el beneficio económico y de estatus, Castro Flórez distinguió el auténtico amor al arte del matrimonio de coleccionistas Herbert y Dorothy Vogel. La pareja, él cartero y ella bibliotecaria, decidieron destinar de manera íntegra uno de los dos salarios a la adquisición de arte contemporáneo. Constituyen un ejemplo de pasión y compromiso por el arte porque, como afirmó el galerista y coleccionista Sidney Janis: “El auténtico coleccionista es un hombre que tiene que comprar cuadro, tanto si puede permitírselo como si no”.

Herbert y Dorothy Vogel

Artículo publicado para Bcollector