“Hay que mirar, y mirar es algo sumamente difícil”.
Son palabras de Henri Cartier-Bresson en una entrevista con Alain Desvergnes.
“Lo capital es la mirada” se tituló esta conversación” y sí, estoy de acuerdo
con ello. La primera exposición de fotografía de la Galería Lucía Dueñas aglutina tres nombres, tres estilos, tres
temáticas. ¿El punto común? La mirada sobre la vida y la capacidad de reflexión
a través de la instantánea.
Lluís Estopiñan: Ontología de los afectos
El olvido, el pasado. “La memoria constituye por sí sola un criterio de
la identidad personal” dictaminó Paul Ricoeur. Entonces, ¿nuestro yo está
directamente vinculado con nuestra capacidad de recordar? A través de Disclosed Memory Lluís Estopiñan
responde afirmativamente a esta pregunta.
La recuperación del pasado y su recreación en el presente son abordados
en esta serie a través de negativos antiguos, cajas desmontadas de medicamentos
y del azul prusiano de la cianotipia. El proceso
creativo y los elementos empleados son parte indisoluble de una ontología de
los afectos y de una evocadora manera de aprehender los objetos pretéritos.
Además, la delicadeza de los resultados es paralela a la fragilidad para
almacenar los recuerdos.
Las imágenes fotográficas han sido expuestas con sol de Cadaqués y
reveladas con mezcla de agua corriente también de Cadaqués y de mar de la playa
de “Es Colom”. Cada lugar tiene su genius
loci, sus características distintivas, su propia idiosincrasia. Cada lugar
tiene un sentido y, en palabras de Yannis Hamilakis el baluarte de la
arqueología sensorial, la conexión con un determinado territorio surge de “la
capacidad de los lugares para recolectar y acoger recuerdos”.
Los objetos y los lugares están, por tanto, cargados de afectividades.
Mayores éstas cuanto más alejadas temporalmente porque entonces hace su
aparición la nostalgia y el anhelo de retorno. El tiempo perdido, los momentos vividos,
las ausencias. Pasado y presente están vinculados a través de la memoria.
Retomando a Ricoeur “la memoria es el presente del pasado”, permite remontar a
los acontecimientos más lejanos de la infancia y establecer una continuidad con
el presente vivido. Para Lluís Estopiñan los recuerdos que nos posibilitan
transitar en el tiempo son de color azul cyan. La serie Disclosed Memory ejemplifica la quintaesencia de la memoria y, por
extensión, de nuestra identidad.
Rafa Fernández: Topografía americana
Sentenció Gautier que el placer del viaje consiste en ir, no en llegar. Rafa Fernández concibe el viaje así, como una experiencia que plasma a través de la fotografía entendida como periégesis no escrita sino visual. Sus instantáneas reconstruyen una personal topografía americana de tipos humanos, escenas de calle, carreteras, coches, gasolineras, cafeterías, hoteles… Un inventario en blanco y negro de los territorios transitados, pero no al modo del turista sino a la manera de un flaneur del viaje.
Carmelo
Vega en su ensayo Lógicas turísticas de
la fotografía, editado por Cátedra, reflexiona acerca de cómo la
práctica
fotográfica y la experiencia viajera van de la mano: Los viajes fotográficos fueron concebidos como viajes de la verdad: la
imagen fotográfica reconstituía así la imagen del mundo. Fotografiar era volver
a ver. Pero, además, ver de forma ordenada: planificando y estructurando la
mirada como un fichero, colocando metódicamente las cosas en su sitio,
señalando su situación exacta, determinando su importancia. En definitiva,
catalogando lugares, culturas, individuos, objetos; reduciéndolo todo a lo
esencial, al estereotipo, a una identidad epidérmica fundada en la visión
subjetiva del que viene de fuera. Hasta el propio Baudelaire, entusiasta
enemigo de las pretensiones artísticas de la fotografía, admitió su valor como
documento de exploración y de reconocimiento.
Viajar
es conocer. En 1960, John Steinbeck descubrió que no conocía su propio país y,
junto a su perro Charley, inició un largo periplo por tierras estadounidenses.
En los viajes de Rafa Fernández su compañera es una Leica M6 que parece
disparar al ritmo de blues o jazz. Y es más que probable que en la maleta lleve
también algún libro de Steinbeck. La serie
American Way desplaza la imaginación del espectador al planeta americano a
través, por tanto, de unas imágenes nutridas de referencias musicales,
literarias y, por supuesto, fotográficas. Robert
Frank, Walker Evans, Garry Winogrand, William Eggleston… la lista es larga como
“largos son los viajes que requiere América” en palabras de Stephen Shore.
Abróchense el cinturón. Esto es una invitación al viaje a través de las
imágenes reveladas de Rafa Fernández.
Carlos Pérez Siquier: lo bello y lo mísero en La Chanca
Año 1956. Almería. Un joven Pérez Siquier documenta fotográficamente el
paisaje y el paisanaje de La Chanca. Este barrio de pescadores, nacido en las
inmediaciones del puerto, fue creciendo a base de chozas, chabolas y cuevas. Juan Goytisolo describió así su urbanismo
improvisado y nacido de las circunstancias: “Las casucas parecen un juego de
dados, arrojado allí caprichosamente. La violencia geológica, la desnudez del
paisaje son sobrecogedoras. Diminutas, rectangulares, las chozas trepan por la
pendiente y se engastan en la geografía quebrada del monte, talladas como
carbunclos”.
Prostitución, alcoholismo, delincuencia juvenil, tracoma, lepra,
demencia, tuberculosis, subdesarrollo, hambre, analfabetismo, resignación...
males de La Chanca bajo el sol abrasador y las blancas vibraciones de las
paredes encaladas. El día a día del lugar fue plasmado por Pérez Siquier no
bajo la mirada de la denuncia sino de la dignificación, ensalzando la vida
cotidiana de las gentes. Y ello a través de una fotografía instintiva y
espontánea. En una entrevista él mismo se definió en estos términos: “Soy de
los fotógrafos intuitivos, incapaz de preparar una fotografía. Yo quiero coger
la vida como pasa por delante de mis ojos. Tanto las personas como los objetos
salen a mi encuentro. Yo no busco”.
La fotografía humanista de La Chanca se convirtió en uno de los máximos
ejemplos del documentalismo de AFAL, el movimiento de renovación fotográfica
más importante de la Historia de la Fotografía Española que Pérez Siquier fundó
junto a José María Artero. Su autenticidad entronca con ciertos aspectos del
neorrealismo italiano mostrando de forma fidedigna las condiciones sociales del
barrio a través del blanco y negro en tiempos de posguerra y de censura
política. Ésta no era la España que Franco quería mostrar.
Año 1962. La Chanca ya no volvería a ser retratada en blanco y negro
pues Pérez Siquier empezó a trabajar en color, pero manteniendo siempre los
encuadres y composiciones estética y conceptualmente innovadores. Éste fue
también el año en el que Goytisolo escribió sobre este territorio infrahumano.
El intelectual reflexionó sobre la ambivalente sensación causada por un lugar
en el cual belleza y la pobreza discurrían de manera equidistante:
“Paralelamente a este doloroso descubrimiento, la contemplación de su
bellísimo, luminoso paisaje me sobrecogió. Desde entonces he vivido atrapado en
un dilema insoluble: el que opone la visión estética y hedonista del mundo a un
enfoque exclusivamente moral. Mi indignación ante las condiciones de pobreza y
desamparo en que viven los hombres y mujeres a quienes más cercano me siento
chocan de frente con la seducción íntima de un paisaje desnudo y áspero, de una
serie de virtudes primitivas inexorablemente barridas por el progreso e
industrialización”. La dicotomía de emociones se presenta también cuando el
espectador se enfrenta a lo bello y lo mísero discurriendo en paralelo en las
fotografías de Pérez Siquier.
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