miércoles, 27 de diciembre de 2017

LA CASA ALBERGA EL ENSUEÑO

“La casa es un escenario concreto,
íntimo y único de la vida de cada uno,
mientras que una noción más amplia de
la arquitectura implica generalización,
distancia, abstracción.”

Habitar, Juhani Pallasmaa


Cuando Ella May y Tike Hamlin maldecían su casucha de madera al tiempo que ansiaban una de adobe, posicionaban a la deseada “casa de tierra” y a su antítesis ruinosa en el eje central de sus vidas. De ello se traduce que la casa no sólo es un espacio físico, sino también simbólico. No sólo es una construcción de ladrillos o tablas, sino también de recuerdos y sueños. Su significado va más allá del mero hecho de dar cobijo, es un espacio afectivo que refleja la identidad de quien la habita.
“¿Cuánto tiempo más vamos a quedarnos atrapados en esta vieja cárcel?”. Woody Guthrie ponía en boca de Ella May estas palabras porque en la novela “Una casa de tierra” el hogar dulce hogar no existe salvo en el ensueño.

Lovington (acrílico sobre lienzo, 100 x 100 cm)

En “Somewhere… Nowhere” Mónica Dixon enfrenta al espectador como sujeto habitacional a una doble realidad: la casa onírica frente a la arquitectura abstracta, el hogar quimérico versus un escenario caracterizado por la neutralidad espacial. El primero representado en su aspecto exterior y el segundo de manera interior. El dentro y el fuera deberían tener una continuidad, una complementariedad, pero lo cierto es que estas obras se singularizan precisamente por eso, por la tensión y la dicotomía existente entre ambas partes aun cuando la ausencia del morador sea nexo común en los dos enfoques.  
Es más que probable que Juhani Pallasmaa tenga razón al afirmar que “quizás la idea de hogar no sea en absoluto una noción propia de la arquitectura, sino de la sociología, la psicología y el psicoanálisis”. El hogar dulce hogar está simbolizado por la noción de la «casa onírica» definida por Gaston Bachelard en su libro La poética del espacio. Ésta debería tener un desván y un sótano. El primero corresponde al lugar simbólico donde almacenar los recuerdos agradables, mientras que los desagradables se guardan en el segundo. El prototipo mental de «casa onírica» es condición sine qua non para el arraigo metafísico de su habitante. Para Carl G. Jung, los arquetipos arquitectónicos corresponderían a unas imágenes primigenias vinculadas a experiencias, emociones y asociaciones. Los paisajes con casa de Dixon estarían en esta categoría, mientras que los interiores, protagonizados por conceptos como el espacio y la luz quedarían al margen de esas imágenes universales de la mente humana.

Nowhere nº 5 (acrílico sobre lienzo, 50 x 50 cm)

“La casa alberga el ensueño”, dejó escrito Bachelard. Y es que, para el filósofo francés, “los recuerdos de las antiguas moradas se reviven como ensueños, las moradas del pasado son en nosotros imperecederas”. El hogar originario acompaña al habitante-soñador el resto de sus días a pesar, incluso, de los cambios de domicilio. Porque el ensueño remite a sensaciones, a olores… no tanto a aspectos espaciales y arquitectónicos. Nuestro inconsciente estaría agazapado en la morada primitiva y lo más próximo a ésta sería la casa natal. A lo mejor una de las claves de los paisajes de Mónica Dixon está ahí, en su memoria, en unos escenarios mentales de lugares que no existen o sólo lo hacen en pequeñas dosis como reflejo de algún territorio subsumido en el inconsciente de la pintora y sus orígenes norteamericanos. Grandes planicies, territorios de viento y polvo en Oklahoma, Colorado, Kansas, Nebraska o el Panhandle de Texas en el que vivió Woody Guthrie y que es leitmotiv de su citada novela.  Casas solitarias, aisladas y vulnerables en la amplitud de la llanura merced a los elementos naturales y marcadas por el estigma de un pasado, pero no olvidado, Dust Bowl. Es el paisaje de Guthrie, pero también de John Steinbeck o de la fotografía de Dorothea Lange.

Riverview (acrílico sobre lienzo, 50 x 50 cm)

La arquitectura moderna ha procurado evitar o eliminar la imagen de la «casa onírica». Según Pallamaa “parece haber abandonado por completo la vida y haber huido hacia la pura invención arquitectónica. La arquitectura auténtica representa y refleja un modo de vida, una imagen de la vida. En lugar de eso, los edificios contemporáneos a menudo parecen vacíos y no parecen representar un modo de vida real ni auténtico. La vanguardia arquitectónica contemporánea ha rechazado conscientemente el concepto de hogar”. Bajo nuestra idea sociocultural de casa esperamos que sus espacios estén divididos en salas, dormitorios, baños… pero en los interiores de “Somewhere… Nowhere” eso no ocurre generando inquietud y una cierta desorientación. Cuando uno accede a una vivienda entra en el mundo de quien la habita a través de sus muebles, de sus objetos personales. Aquí no hay nada excepto un juego arquitectónico de luz y espacio. Ni siquiera sabemos si, realmente, se trata de una casa. Podría ser cualquier espacio de tránsito en cualquier edificio de cualquier parte del mundo. Son interiores que no revelan la intimidad del hogar. ¿Una casa deshabitada conserva la condición de casa?

Scape nº 2 (acrílico sobre lienzo, 120 x 120 cm)

 Hay algo en los lienzos de Mónica Dixon que hace al espectador contener la respiración. En un primer momento puede vincularse a su perfección técnica y la atmósfera detenida. Pero la asepsia estética de su trabajo no es la única causante porque, en una segunda lectura, nos hacemos conscientes de que el auténtico punch de sus obras radica en enfrentarnos al habitar en su estado más puro y especulativo. Como sujetos contemporáneos de una sociedad que vive en constante cambio y aceleración, la quietud de estas obras nos traslada a una reflexión metafísica profunda. Ante estas casas que parece no habitar nadie surgen las dudas, ¿es el hombre del presente un hombre sin casa como se preguntó Otto Friedrich Bollnow? Tal vez, como sostiene la filósofa Françoise Collin, “en cierto modo, ahora llevamos nuestra casa a la espalda como el caracol. Nuestro hogar está en cualquier parte que nosotros estemos”. Porque quizás, y volviendo a Bollnow, “habitar más que la posesión de una casa es una disposición espiritual interior del sujeto”. 





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