Desde comienzos del siglo XX, Alemania
ha tenido una tradición artística de corte expresionista. En el desarrollo de
las vanguardias históricas y previo momento al tenso ambiente de la Primera
Guerra Mundial, el país germano asistió a la gestación de dos grupos
artísticos: Die Brücke (El puente),
entre cuyos integrantes figuraron Kirchner, Heckel, Schmidt-Rottluff y Nolde; y
Der Blaue Reiter (El Jinete Azul),
con Kandinsky al frente.
Durante
el periodo de entreguerras, en el contexto de la República de Weimar, toma el
relevo la llamada Nueva Objetividad
Alemana (Die Neue Sachlichkeit) de Grosz, Dix, Beckmann y Schad. Una
corriente figurativa expresionista que abanderaba un arte de fuerte denuncia
social.
En el año 1937
tuvo lugar una exposición de este arte calificado como “arte degenerado” por
parte del nacionalsocialismo de Hitler. El Tercer Reich lo prohibió por
considerar que traicionaba la causa del pueblo germano, pues mostraba sin
tapujos una visión desgarradora y ácida del contexto socio-político alemán del
momento.
Margarethe (1981, Kiefer) |
La segunda mitad del siglo XX
en Alemania estuvo marcada por el clima de la Segunda Guerra Mundial. Las
heridas posbélicas tardarán décadas en cicatrizar. El
arte del Neoexpresionismo
se gestó en este ambiente, arrancó en la década de los 60 y maduró llegando a
estabilizarse de forma plena en los años 80. El Pabellón alemán de la Bienal de
Venecia de 1980 contó con obra de Kiefer y Baselitz. Dos años más tarde fue la
Documenta 7 de Kassel de 1982 la que encumbró esta tendencia.
El Nuevo
Expresionismo Alemán se desarrolló en el contexto de una Alemania dividida
geográfica y políticamente como consecuencia de la Guerra Fría: Estados Unidos
frente a la Unión soviética, capitalismo frente a comunismo. En 1961 se comenzó
a construir el Muro de Berlín para impedir la comunicación entre Berlín
Oriental (República Democrática Alemana) y Berlín Occidental (República Federal
Alemana). La reunificación de ambas Alemanias llegó con la caída del Muro en el
año 1989.
Deutschland nach der Wahl (1990, Penck) |
Los artistas de la Nueva Pintura Alemana fueron etiquetados
como Neofauves (Noveaux Fauves) o Nuevos Salvajes (Die Neuen Wilden, en
palabras de Wolfgang Becker). El Neoexpresionismo aglutinó personalidades
individuales a las que les unió un mismo entorno y el deseo de recolocar al
arte alemán en primera línea de la escena artística después de años de
predominio estadounidense.
En la década de
los sesenta se celebraron en Alemania exposiciones de expresionismo abstracto con
Pollock, De Kooning y Rothko como protagonistas. Su influencia fue clave en
aras del desarrollo de la libertad formal y la consecución de una pintura
enérgica y expresionista. La abstracción siguió siendo importante pero entre
los objetivos principales de los neoexpresionistas estaba la reafirmación de la
tradición figurativa.
Paganini (1981, Polke) |
Se trató de una tendencia que presentó
una impronta nietzscheana, entroncando de este modo con el grupo Die Brücke, quienes tuvieron Así habló Zaratustra como libro de
cabecera. Según Achille Bonito Oliva, los neoexpresionistas recuperaron a Nietzsche
pero acuñando un “nihilismo activo” sin el pesimismo y la desesperanza innatos,
aunque retomando cierta angustia de los primeros expresionistas alemanes.
Bonito
Oliva sostiene que “la noción de
neo-vanguardia nace en Europa de la necesidad de los artistas de postguerra de
conectar con la tradición y mentalidad de las vanguardias históricas”. El
Neoexpresionismo no fue una prolongación del Expresionismo de comienzos de
siglo, pero compartieron un cierto espíritu afín referido a la búsqueda de la
identidad nacional, remitiendo así a la noción de la volksgeist herderiana o el espíritu del pueblo. El objetivo es
plasmar las características identitarias y distintivas de la idiosincrasia de
cada país, el genius loci o arte de
los lugares, en un momento en el que el mundo contemporáneo está inmerso de
lleno en el fenómeno de la globalización y la cultura de masas.
Algunos críticos
detractores como Benjamin H.D. Buchloh, señalaron que esta estrategia de
establecer una relación de continuidad con el arte específicamente alemán de la
primera mitad del siglo fue fruto de una exitosa institucionalización del mismo
por parte del sistema del arte, lo cual le otorgaba además una especie de
garantía histórico-artística de cara a su valor en el mercado.
En las Neo-vanguardias no
existió el desarrollo del manifiesto como género de la literatura artística, como
sí sucedió en las vanguardias históricas con el Futurismo, el Dadá o el
Surrealismo. Lo que es una realidad es que los escasos textos que hay proceden
de artistas neoexpresionistas: Pändamonium,
de Baselitz y Schönebeck (1961) y El
ditirambo que yo he inventado pone de manifiesto los atractivos del siglo XX,
de Lüpertz. La personalidad artística de los integrantes del Neoexpresionismo fue
enérgica como se puede apreciar por los títulos de estos escritos y también en
palabras pronunciadas por Baselitz:
“¡Qué los cuadros atraviesen la garganta, que se
claven en los ojos, que atenacen los corazones!”
Die Mädchen von Olmo (1981, Baselitz) |
Muchos de estos artistas fueron
discípulos y alumnos de Joseph Beuys. Entre ellos destacaron Kiefer, Polke, Richter, Baselitz,
Lüpertz,
Penck e
Immendorff.
El mundo pictórico de Anselm Kiefer aglutina influencias
variadas inspirándose en las leyendas alemanas, la mitología nórdica, la Cábala,
la Biblia, la Segunda Guerra Mundial (el Holocausto y el exterminio en los
campos de concentración) y la poesía de Paul Celan. Aplica sobre el lienzo óleo
y materiales extrapictóricos como paja, plomo o alquitrán, de manera que genera
unas texturas densas y matéricas. Es una obra de contenido dramático y fuerte
lirismo.
Sigmar Polke combina
pigmentos tradicionales con preparaciones que contienen aluminio, hierro, plata
o panes de oro. Realiza una obra plural abordando fotografía, dibujo o medios
audiovisuales. Estilísticamente aboga por una libertad en el trazo que oscila
entre la gestualidad y el puntillismo, alternando la explosión cromática con la
sobriedad.
La
diversidad temática y formal son características en la obra de Gerhard Ritcher, artista que sintió una
fuerte atracción por las obras de Pollock y Fontana. Su variada producción
aborda figuración y abstracción, monocromía tonal y multiplicidad cromática. En
sus pinturas abstractas recurre a diversos procedimientos extendiendo la
pintura con espátulas o rodillos.
Abstraktes Bild 809-4 (1994, Ritcher) |
Georg Baselitz, pintor,
escultor y autor de textos, aúna influencias
diversas: Fautrier, Chaissac, Emil Nolde, Edvard Munch, A.R. Penck y la
imaginaría popular. También puede precisarse que sus figuras humanas poseen
algo de Fautrier, Wols, Bacon y Dubuffet. Se trata de una figuración brutal,
grotesca y de gran violencia expresiva, conseguida a través de un trazo
impetuoso y un cromatismo feroz y agresivo. A partir del año 1969, añade un
componente provocativo a sus obras colgándolas deliberadamente de forma
invertida para liberarse, según sus propias palabras, “del lastre de la tradición”. Hasta mediados
de los setenta sus obras estaban colgadas del revés, pero a partir de los
ochenta no sólo las colgará así sino que además las pintará también a la inversa.
Markus Lüpertz también fue
pintor y escultor. En sus lienzos recurrió tanto al lenguaje figurativo como al
abstracto. Su estilo está marcado por una expresividad impulsiva que le llevó a
recurrir al trazo grueso y a un cromatismo violento.
Sin título (1976, Lüpertz) |
La
estética de A. R. Penck remite a los
graffitis urbanos y al arte primitivo, de este último recibirá el influjo por
la música de los ritmos africanos. Su lenguaje debe algo a Picasso y los
grafismos preludian el arte del graffitismo neoyorquino y de figuras como Keith
Haring. El primitivismo de su obra está logrado a base de simplificadas figuras
antropomorfas, que esquematiza casi hasta la abstracción y grafismos arcaicos
en fondos neutros.
Por último, Jörg Immendorff realizó una obra
figurativa de denuncia social que le aproxima a la vía de la Nueva Objetividad Alemana.
Un arte de tintes políticos en el que el bloqueo político de Alemania, que
divide el país en dos, se convierte en protagonista. Su pintura recrea espacios
interiores asfixiantes con figuras grotescas, ambientaciones de cabaret en las que
mezcla a prostitutas con dictadores como Hitler, Lenin y Stalin, generando un
clima de alucinación, de esperpento y de pesadilla.
A partir de la década de los
80 tiene lugar un retorno a la práctica de la pintura y al predominio del
lienzo como soporte plástico predilecto. Los integrantes del Neoexpresionismo
Alemán son ejemplo del viraje en las tendencias del arte. La pintura se
convierte en un campo de experimentación formal. Polke adopta una postura
cultural crítica al respecto y en 1984, en Zúrich, manifiestó:
“No podemos estar seguros de que algún día se puedan
pintar buenos cuadros –buenas imágenes-; nosotros mismos debemos tomar las
riendas.”
Café Deutschland I, (1978, Immendorf) |
El mundo del arte entró de
lleno en la posmodernidad y reaccionó ante las afirmaciones de la muerte de la
pintura. Habían sido años de arte povera, minimal, conceptual, performance,
video arte y land art. Jugando de forma irónica con las palabras, la
posmodernidad artística suponía el fin del fin del arte de Arthur C. Danto,
quien apocalípticamente afirmó que “los
objetos artísticos tienden a desaparecer mientras su teoría tiende al infinito”.
En este sentido cabe recordar a Joseph Kosuth y la desmaterialización del
objeto artístico como consecuencia de las prácticas conceptuales.
El calificativo
de posmoderno aglutina tendencias heterogéneas, manifestaciones artísticas muy
diversas pero que coinciden en la recuperación y revisión de la pintura. De
forma paralela al Neoexpresionismo Alemán se desarrolló la Transvanguardia Italiana
(Sandro Chia, Francesco Clemente, Enzo Cucchi, Nicola De Maria y Mimmo
Paladino) y la Bad Painting Americana (Julian Schnabel, David Salle, Eric
Fischl y los graffitistas Keith Haring y Jean-Michel Basquiat). Todas ellas
tendencias no unitarias, plurales y eclécticas estilísticamente que participan
del reexamen de la práctica de la pintura desde la sensibilidad posmoderna.
Bibliografía:
BONITO OLIVA,
A.: El arte hacia el 2000. Ediciones Akal,
Madrid, 1992.
DE LOS SANTOS
AUÑÓN, Mª J.: Neoexpresionismo alemán.
Editorial Nerea, San Sebastián, 2004.
EXPÓSITO ORTA,
A.: “Los usos de Posmodernidad. Permanencias y cambios en el espíritu de la
vanguardia”, en Cuadernos del Ateneo de
La Laguna, Nº22, 2006.
LUCIE-SMITH, E.:
Movimientos artísticos desde 1945.
Ediciones Destino, Barcelona, 1995.
TAYLOR, B.: Arte Hoy. Ediciones Akal, Madrid, 2000.
Artículo publicado para CRAC! # 10 ARTE POSMODERNO
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