lunes, 21 de abril de 2014

NEOEXPRESIONISMO ALEMÁN

      Desde comienzos del siglo XX, Alemania ha tenido una tradición artística de corte expresionista. En el desarrollo de las vanguardias históricas y previo momento al tenso ambiente de la Primera Guerra Mundial, el país germano asistió a la gestación de dos grupos artísticos: Die Brücke (El puente), entre cuyos integrantes figuraron Kirchner, Heckel, Schmidt-Rottluff y Nolde; y Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), con Kandinsky al frente.
Durante el periodo de entreguerras, en el contexto de la República de Weimar, toma el relevo la llamada Nueva Objetividad Alemana (Die Neue Sachlichkeit) de Grosz, Dix, Beckmann y Schad. Una corriente figurativa expresionista que abanderaba un arte de fuerte denuncia social. 
En el año 1937 tuvo lugar una exposición de este arte calificado como “arte degenerado” por parte del nacionalsocialismo de Hitler. El Tercer Reich lo prohibió por considerar que traicionaba la causa del pueblo germano, pues mostraba sin tapujos una visión desgarradora y ácida del contexto socio-político alemán del momento.

Margarethe (1981, Kiefer)
      
      La segunda mitad del siglo XX en Alemania estuvo marcada por el clima de la Segunda Guerra Mundial. Las heridas posbélicas tardarán décadas en cicatrizar. El arte del Neoexpresionismo se gestó en este ambiente, arrancó en la década de los 60 y maduró llegando a estabilizarse de forma plena en los años 80. El Pabellón alemán de la Bienal de Venecia de 1980 contó con obra de Kiefer y Baselitz. Dos años más tarde fue la Documenta 7 de Kassel de 1982 la que encumbró esta tendencia.
El Nuevo Expresionismo Alemán se desarrolló en el contexto de una Alemania dividida geográfica y políticamente como consecuencia de la Guerra Fría: Estados Unidos frente a la Unión soviética, capitalismo frente a comunismo. En 1961 se comenzó a construir el Muro de Berlín para impedir la comunicación entre Berlín Oriental (República Democrática Alemana) y Berlín Occidental (República Federal Alemana). La reunificación de ambas Alemanias llegó con la caída del Muro en el año 1989.

Deutschland nach der Wahl (1990, Penck)

       Los artistas de la Nueva Pintura Alemana fueron etiquetados como Neofauves (Noveaux Fauves) o Nuevos Salvajes (Die Neuen Wilden, en palabras de Wolfgang Becker). El Neoexpresionismo aglutinó personalidades individuales a las que les unió un mismo entorno y el deseo de recolocar al arte alemán en primera línea de la escena artística después de años de predominio estadounidense.

En la década de los sesenta se celebraron en Alemania exposiciones de expresionismo abstracto con Pollock, De Kooning y Rothko como protagonistas. Su influencia fue clave en aras del desarrollo de la libertad formal y la consecución de una pintura enérgica y expresionista. La abstracción siguió siendo importante pero entre los objetivos principales de los neoexpresionistas estaba la reafirmación de la tradición figurativa.

Paganini (1981, Polke)
       
       Se trató de una tendencia que presentó una impronta nietzscheana, entroncando de este modo con el grupo Die Brücke, quienes tuvieron Así habló Zaratustra como libro de cabecera. Según  Achille Bonito Oliva,  los neoexpresionistas recuperaron a Nietzsche pero acuñando un “nihilismo activo” sin el pesimismo y la desesperanza innatos, aunque retomando cierta angustia de los primeros expresionistas alemanes.
Bonito Oliva sostiene que “la noción de neo-vanguardia nace en Europa de la necesidad de los artistas de postguerra de conectar con la tradición y mentalidad de las vanguardias históricas”. El Neoexpresionismo no fue una prolongación del Expresionismo de comienzos de siglo, pero compartieron un cierto espíritu afín referido a la búsqueda de la identidad nacional, remitiendo así a la noción de la volksgeist herderiana o el espíritu del pueblo. El objetivo es plasmar las características identitarias y distintivas de la idiosincrasia de cada país, el genius loci o arte de los lugares, en un momento en el que el mundo contemporáneo está inmerso de lleno en el fenómeno de la globalización y la cultura de masas.
Algunos críticos detractores como Benjamin H.D. Buchloh, señalaron que esta estrategia de establecer una relación de continuidad con el arte específicamente alemán de la primera mitad del siglo fue fruto de una exitosa institucionalización del mismo por parte del sistema del arte, lo cual le otorgaba además una especie de garantía histórico-artística de cara a su valor en el mercado.

      En las Neo-vanguardias no existió el desarrollo del manifiesto como género de la literatura artística, como sí sucedió en las vanguardias históricas con el Futurismo, el Dadá o el Surrealismo. Lo que es una realidad es que los escasos textos que hay proceden de artistas neoexpresionistas: Pändamonium, de Baselitz y Schönebeck (1961) y El ditirambo que yo he inventado pone de manifiesto los atractivos del siglo XX, de Lüpertz. La personalidad artística de los integrantes del Neoexpresionismo fue enérgica como se puede apreciar por los títulos de estos escritos y también en palabras pronunciadas por Baselitz:

“¡Qué los cuadros atraviesen la garganta, que se claven en los ojos, que atenacen los corazones!”

Die Mädchen von Olmo (1981, Baselitz)
       
          Muchos de estos artistas fueron discípulos y alumnos de Joseph Beuys. Entre ellos destacaron Kiefer, Polke, Richter, Baselitz, Lüpertz, Penck e Immendorff.
El mundo pictórico de Anselm Kiefer aglutina influencias variadas inspirándose en las leyendas alemanas, la mitología nórdica, la Cábala, la Biblia, la Segunda Guerra Mundial (el Holocausto y el exterminio en los campos de concentración) y la poesía de Paul Celan. Aplica sobre el lienzo óleo y materiales extrapictóricos como paja, plomo o alquitrán, de manera que genera unas texturas densas y matéricas. Es una obra de contenido dramático y fuerte lirismo.
Sigmar Polke combina pigmentos tradicionales con preparaciones que contienen aluminio, hierro, plata o panes de oro. Realiza una obra plural abordando fotografía, dibujo o medios audiovisuales. Estilísticamente aboga por una libertad en el trazo que oscila entre la gestualidad y el puntillismo, alternando la explosión cromática con la sobriedad.
La diversidad temática y formal son características en la obra de Gerhard Ritcher, artista que sintió una fuerte atracción por las obras de Pollock y Fontana. Su variada producción aborda figuración y abstracción, monocromía tonal y multiplicidad cromática. En sus pinturas abstractas recurre a diversos procedimientos extendiendo la pintura con espátulas o rodillos.

Abstraktes Bild 809-4 (1994, Ritcher)

Georg Baselitz, pintor, escultor y autor de textos,  aúna influencias diversas: Fautrier, Chaissac, Emil Nolde, Edvard Munch, A.R. Penck y la imaginaría popular. También puede precisarse que sus figuras humanas poseen algo de Fautrier, Wols, Bacon y Dubuffet. Se trata de una figuración brutal, grotesca y de gran violencia expresiva, conseguida a través de un trazo impetuoso y un cromatismo feroz y agresivo.  A partir del año 1969, añade un componente provocativo a sus obras colgándolas deliberadamente de forma invertida para liberarse, según sus propias palabras, “del lastre de la tradición”. Hasta mediados de los setenta sus obras estaban colgadas del revés, pero a partir de los ochenta no sólo las colgará así sino que además las pintará  también a la inversa.
Markus Lüpertz también fue pintor y escultor. En sus lienzos recurrió tanto al lenguaje figurativo como al abstracto. Su estilo está marcado por una expresividad impulsiva que le llevó a recurrir al trazo grueso y a un cromatismo violento.

Sin título (1976, Lüpertz)

La estética de A. R. Penck remite a los graffitis urbanos y al arte primitivo, de este último recibirá el influjo por la música de los ritmos africanos. Su lenguaje debe algo a Picasso y los grafismos preludian el arte del graffitismo neoyorquino y de figuras como Keith Haring. El primitivismo de su obra está logrado a base de simplificadas figuras antropomorfas, que esquematiza casi hasta la abstracción y grafismos arcaicos en fondos neutros.
Por último, Jörg Immendorff realizó una obra figurativa de denuncia social que le aproxima a la vía de la Nueva Objetividad Alemana. Un arte de tintes políticos en el que el bloqueo político de Alemania, que divide el país en dos, se convierte en protagonista. Su pintura recrea espacios interiores asfixiantes con figuras grotescas, ambientaciones de cabaret en las que mezcla a prostitutas con dictadores como Hitler, Lenin y Stalin, generando un clima de alucinación, de esperpento y de pesadilla.

      A partir de la década de los 80 tiene lugar un retorno a la práctica de la pintura y al predominio del lienzo como soporte plástico predilecto. Los integrantes del Neoexpresionismo Alemán son ejemplo del viraje en las tendencias del arte. La pintura se convierte en un campo de experimentación formal. Polke adopta una postura cultural crítica al respecto y en 1984, en Zúrich, manifiestó:

“No podemos estar seguros de que algún día se puedan pintar buenos cuadros –buenas imágenes-; nosotros mismos debemos tomar las riendas.”
                  
Café Deutschland I, (1978, Immendorf)

        El mundo del arte entró de lleno en la posmodernidad y reaccionó ante las afirmaciones de la muerte de la pintura. Habían sido años de arte povera, minimal, conceptual, performance, video arte y land art. Jugando de forma irónica con las palabras, la posmodernidad artística suponía el fin del fin del arte de Arthur C. Danto, quien apocalípticamente afirmó que “los objetos artísticos tienden a desaparecer mientras su teoría tiende al infinito”. En este sentido cabe recordar a Joseph Kosuth y la desmaterialización del objeto artístico como consecuencia de las prácticas conceptuales.
El calificativo de posmoderno aglutina tendencias heterogéneas, manifestaciones artísticas muy diversas pero que coinciden en la recuperación y revisión de la pintura. De forma paralela al Neoexpresionismo Alemán se desarrolló la Transvanguardia Italiana (Sandro Chia, Francesco Clemente, Enzo Cucchi, Nicola De Maria y Mimmo Paladino) y la Bad Painting Americana (Julian Schnabel, David Salle, Eric Fischl y los graffitistas Keith Haring y Jean-Michel Basquiat). Todas ellas tendencias no unitarias, plurales y eclécticas estilísticamente que participan del reexamen de la práctica de la pintura desde la sensibilidad posmoderna.


Bibliografía:
BONITO OLIVA, A.: El arte hacia el 2000. Ediciones Akal, Madrid, 1992.
DE LOS SANTOS AUÑÓN, Mª J.: Neoexpresionismo alemán. Editorial Nerea, San Sebastián, 2004.
EXPÓSITO ORTA, A.: “Los usos de Posmodernidad. Permanencias y cambios en el espíritu de la vanguardia”, en Cuadernos del Ateneo de La Laguna, Nº22, 2006.
LUCIE-SMITH, E.: Movimientos artísticos desde 1945. Ediciones Destino, Barcelona, 1995.
TAYLOR, B.: Arte Hoy. Ediciones Akal, Madrid, 2000.


Artículo publicado para CRAC! # 10 ARTE POSMODERNO 

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