El artista italiano Leonardo (1452-
1519) nació en el municipio de Vinci, en el valle del Arno. Fue hijo de un reconocido
notario, una circunstancia anómala en la época pues el oficio artístico era
tenido en tan baja estima y consideración que lo habitual era que los artistas
procedieran en su mayoría de los estratos inferiores de la sociedad. Por ello,
ser artista y haber nacido en una familia de clase media-alta, como fue el caso
de Leonardo da Vinci, constituía una excepción a la norma. Si bien es cierto
que existió algún otro ejemplo como el de Alberti y Brunelleschi.
Arquitecto, escultor y
pintor, dibujante, teórico del arte y escritor, además de ingeniero, inventor
de máquinas e hidráulico. Poseía estudios de geometría, astronomía, botánica,
zoología, diseños de máquinas y armas. El biógrafo Giorgio Vasari (1511-1574) se refirió en varias ocasiones a los
extraños y excéntricos inventos que el artista llevó a cabo. Incluso disecó
cadáveres para realizar sus dibujos de anatomía.
Leonardo mostró una inabarcable diversidad
creativa y un carácter absolutamente
multidisciplinar. Rudolf y Margot Wittkower, en su conocido texto Nacidos bajo el Signo de Saturno, establecieron
un prototipo de uomo universale del Renacimiento. Este modelo correspondería al
del “artista de formación sólida,
preocupaciones culturales y elevado rango social, un hombre universalmente
dotado e instruido”. Siendo el caso arquetípico el de Leonardo da Vinci y el
de otros grandes artistas del periodo como fueron Miguel Ángel y Rafael.
Entre 1469 y
1476, Leonardo se formó como pintor en el taller de Andrea del Verrocchio y en
1472 fue admitido como pintor en la Compañía de San Lucas. También tuvo posteriores estancias en Milán, Venecia y
Mantua. Más tarde, en Florencia y ante
la decadencia de la capitalidad que sufrió la ciudad, trasladó a Roma su
residencia y su taller, al igual que hicieron otros destacados del momento:
Miguel Ángel desde 1506, Rafael en 1508 y algo más tarde Leonardo, entre 1514 y
1516. Luego Leonardo emigró a Francia, en 1517, a invitación de Francisco I y
falleció dos años después, en 1519.
Autorretrato de Leonardo da Vinci |
En Las Vidas de Vasari (Las Vidas de los más Excelentes Arquitectos,
Pintores y Escultores Italianos desde Cimabue a nuestros Tiempos, 1º Edición-
1550, 2º Edición-1568) se insiste en que
Leonardo fue defensor de ejercitar la fantasía creativa del artista. Vinculó
creación artística e inspiración, entroncando así con la célebre idea del “genio”.
Según este arquetipo, el artista como genio, aglutinaba una serie de rasgos
prototípicos de conducta: la introspección y meditación profunda, el don de la
inspiración, la excentricidad o extravagancia, así como un carácter meditabundo
y predispuesto al sentimiento de alienación.
La necesidad del aislamiento y la
soledad para crear fue referida por Leonardo: “el pintor debe vivir solo, contemplar lo que percibe su ojo y
conversar consigo mismo”. Además, el artista fue firme defensor del talento
innato, del popular lema “el artista nace
no se hace” y declaró que la pintura “no
puede enseñarse a los que no estén dotados por naturaleza”.
Podría decirse que Leonardo
da Vinci tuvo un carácter “saturniano o saturnino”,
remitiéndonos al título del libro de la pareja Wittkower. Saturno fue
considerado el planeta
de los artistas,
pues está asociado a personas con una personalidad distintiva y creativa pero
al mismo tiempo melancólica. A través de las fuentes escritas sabemos que
Leonardo tuvo periodos de intensa actividad alternados con imprevisibles
intervalos de inactividad. Precisó de largas etapas reflexivas y Vasari hizo
hincapié de forma crítica en la manía del artista por el perfeccionismo extremo
y lamentó que por ello la mayoría de sus obras quedaran inconclusas.
Un contemporáneo de Leonardo da Vinci,
el escritor Matteo Bandello, dejó escrita una clara descripción del
procedimiento del artista cuando pintaba La última cena: “Leonardo tenía la costumbre –lo he visto y observado muchas veces- de
ir pronto por la mañana y subirse al andamio, puesto que la Santa Cena está a
bastante altura del suelo, y de quedarse allí sin dejar su pincel desde el alba
hasta el crepúsculo, olvidándose de comer y beber, pintando todo el tiempo.
Luego, durante dos, tres o cuatro días no la tocaba y sin embargo, permanecía
allí, a veces una hora, a veces dos al día, absorto en la contemplación,
examinando, reflexionando y juzgando sus propias figuras”.
La última cena (1495-1497) |
La obra a la que se refiere
este breve texto, La última cena (1495-1497), fue realizada al servicio del duque
Ludovico Sforza para el refectorio del convento de Santa María delle Grazie en Milán. La
pintura mural presenta en la actualidad un importante deterioro
debido a las humedades y a las
desastrosas restauraciones sufridas. Pero hay que precisar que una gran parte
de los problemas de conservación que sufre comenzaron ya desde que Leonardo la
pintó experimentando con una técnica artística que resultó ser un fracaso. Freud,
en su texto “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci” (1910) hizo
referencia a este aspecto y sostuvo que debido a la lentitud con la que
Leonardo abordaba sus pinturas, le resultó imposible acostumbrarse a la técnica
de la pintura al fresco, que requería
continuidad y rapidez para actuar sobre el muro aún húmedo. Por ello, el
artista empleó unos colores que le permitían trabajar sin precipitarse, pero
que sufrieron tempranos desprendimientos
pues no eran los adecuados.
Esta representación de La
última cena plantea una iconografía novedosa pues no centra la
escena en la consagración sino en el momento clave en el que los discípulos, a
ambos lados de Cristo y en grupos de tres en tres, escuchan que hay un traidor
entre ellos. El acto es presentado de forma teatral por medio de una escenografía
que aúna luz frontal y luz proveniente
del triple ventanal del fondo de la composición. Leonardo realizó un
pormenorizado estudio de los protagonistas y sus gestos, deteniéndose
especialmente en el tratamiento de rostros y manos. Su objetivo fue conseguir
el dramatismo que precisaba la situación y mostrar las diversas reacciones de
los personajes ante la revelación.
La Virgen de las Rocas (1483-1486) |
Unos años antes,
al comienzo de su estancia en Milán, Leonardo realizó La Virgen de las Rocas
(1483-1486, Museo del Louvre. Existe otra versión en la National Gallery de
Londres más tardía cronológicamente) en la que representó un conjunto de
figuras en primer plano integrado por la Virgen, los dos Niños Santos y el
Ángel, siguiendo un modelo clásico cerrado de estructura piramidal o triangular
con el que se alcanzaba el equilibrio formal y según afirmó el teórico Paolo Lomazzo en su Tratado de la pintura (1584), es la
disposición que más se aproxima a lograr la perfección compositiva.
En esta obra comienza
a emplear el conocido como sfumato, el elemento estilístico que
se convirtió en seña de identidad de su pintura. Mediante
el sfumato se crean atmósferas y se diluyen los
contornos. En este caso da profundidad a la obra sumergiendo al espectador en
la gruta y generando una atmósfera diluida y vaporosa.
En la producción pictórica
del artista de Vinci destacaron los retratos. Obras modélicas atendiendo a la
captación de la fisonomía de los retratados, así como a los complementos que
éstos portan en la representación, especialmente las joyas. La tipología que
siguió Leonardo fue la habitual en la época: el formato de busto sobre fondo
negro. Destacan en ellos el minucioso estudio de manos y rostro como en la Dama
del armiño (Cecilia Gallerani, 1485).
Dama del armiño (Cecilia Galleani, 1485) |
Pero si existe
en la Historia el Arte un retrato famoso y reproducido hasta la saciedad es el
de La
Gioconda (1503-1505, Museo del Louvre. Adquirida por Francisco I), identificada
por Vasari como la efigie de Monna Lisa, mujer del florentino Francesco del
Giocondo, aunque se han buscado otros modelos y ha sido objeto de las más
variadas teorías, rocambolescas muchas de ellas.
La figura femenina aparece sentada
en una silla, dentro de un balcón y representada de medio cuerpo en contrapposto ligero evitando la rígida frontalidad.
Las manos se disponen reposadas en el brazo de un sillón. Vasari destacó su
naturalismo y el cuidado compositivo de la obra mediante una disposición
piramidal prefecta.
En el rostro de La Gioconda se refleja la misteriosa y
enigmática sonrisa que más interpretaciones ha suscitado. Entre ellas, la
personal visión psicoanalítica realizada por Freud quien sostuvo que “la sonrisa de la Gioconda despertó en el
artista un recuerdo de la madre de sus primeros años infantiles” y, como
consecuencia de la excesiva ternura de la madre hacia el hijo, y de la
represión que éste tuvo que ejercer hacia ese amor desarrollado hacia la madre,
Leonardo “transformó el resto de libido
en una disposición homosexual y en la sublimación de la libido en ansia de
saber”.
La Gioconda ofrece la eterna
sonrisa de una imagen convertida en un auténtico icono cultural atemporal.
El paisaje de fondo, en
perspectiva aérea, muestra una lejanía esfumada y una atmósfera húmeda.
Mediante el empleo que hace Leonardo del sfumato
consigue envolverlo en una espacie de neblina que huye de la definición de los
contornos.
La Gioconda (1503-1505) |
Foco de interminables
relecturas y de constantes subversiones estéticas, la Monna Lisa fue objeto de
obsesión en el siglo XX, siendo transgredida por la publicidad y la cultura de
los mass media.
El espectador se
encuentra ante una obra realizada muchos siglos atrás pero que no deja de ser
contemporánea. Generando, incluso, toda una mitomanía a su alrededor como si se
tratase de una estrella del Start-System hollywoodiense,
en este caso, también acostumbrada a la multitud de flashes e inagotables revisiones
y reinterpretaciones por parte de artistas como Marcel Duchamp que le añade
bigote y perilla convirtiéndola en un ready-made.
También la interviene Enrico Baj, Jan Vos, Andy Warhol, Botero, Basquiat,
Banksy o Philippe Halsman, quien realizó su propia fotografía de Mona Lisa Dalí
en el año 1953.
Todo este
movimiento artístico constante convierte a La
Gioconda en un auténtico icono de la industria cultural. Y la efigie de Monna Lisa sigue cautivando y atrayendo
al espectador con la misma magia que sintió su primer observador renacentista.
La Gioconda no ha perdido su aura en la época de
los medios de la reproducción mecánica. Walter Benjamin subestimó la fuerza y
el poder de sugestión que algunas imágenes poseen. El aura de Monna Lisa parece inagotable.
L.H.O.O.Q. (1919, Marcel Duchamp) |
Thirty are better than one (1963, Andy Warhol) |
Mona Lisa (1983, Basquiat) |
Bibliografía:
DA
VINCI, L: Tratado de Pintura. Edición
on-line de Biblioteca Virtual Universal.
DE
DIEGO, E.: Leonardo da Vinci.
Historia 16: El Arte y sus creadores, Madrid, 1993.
FREUD,
S.: Un recuerdo infantil de Leonardo da
Vinci. Edición on-line Librodot.com.
HERNÁNDEZ
PERERA, J.: El Cinquecento y el
Manierismo en Italia. Historia 16, Madrid, 1999.
KRIS,
E. y KURZ, O.: La leyenda del artista.
Ensayos Arte Cátedra, Madrid, 2007.
WITTKOWER,
R. y M.: Nacidos bajo el signo de Saturno.
Cátedra, Madrid, 1982.
Artículo publicado para CRAC! # 11 RENACIMIENTO
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