Antonio Saura (1930-1998), artista
de formación autodidacta y teórico del arte, inició su carrera pictórica a
partir de la década de 1950. La situación cultural española pasaba en esos años
por momentos complicados debido a la represión del Régimen franquista. La
censura coartaba el libre pensamiento y la expresión del mismo.
Ante ese panorama Saura decidió viajar y visitó París por vez primera en 1952. Allí entró en contacto con las últimas tendencias artísticas nutriéndose, en primera instancia, del Surrealismo y su componente onírico. En la capital francesa se estableció un par de años más tarde alejándose del ambiente de opresión cultural que se vivía en España.
Ante ese panorama Saura decidió viajar y visitó París por vez primera en 1952. Allí entró en contacto con las últimas tendencias artísticas nutriéndose, en primera instancia, del Surrealismo y su componente onírico. En la capital francesa se estableció un par de años más tarde alejándose del ambiente de opresión cultural que se vivía en España.
Partiendo de la influencia
surrealista y de la importancia que para este movimiento de vanguardia tuvo el
automatismo psíquico a la hora de abordar la ejecución de la obra de arte,
Saura se interesó por la pintura gestual de trazo enérgico.
De forma paralela al Expresionismo Abstracto de la Escuela de
Nueva York, que aglutinaba a nombres de la talla de Pollock, Kline,
Motherwell o De Kooning, en Europa se desarrolló el Informalismo (art autre o
arte otro, en palabras del teórico y crítico Michel Tapié) de Fautrier,
Dubuffet, Wols, Hartung y Mathieu.
El Informalismo, complejo de definir, aunó tendencias diversas:
gestual, matérica, sígnica o tachista (del francés “tache”, mancha).
Ambas
vías, la norteamericana y la francesa, influyeron profundamente en Saura, cuyos
trabajos muestran proximidad a la obra de De Kooning y
Dubuffet, pero siempre con su marcada impronta personal.
Antonio Saura |
En 1957 participa de la
fundación en Madrid del grupo El Paso
con Rafael Canogar, Luis Feito, Manolo Millares, Manuel Rivera, Antonio Suárez
y Manuel Conde.
El Paso
fue una experiencia de tipo colectivo que se convertiría en núcleo y motor del
desarrollo artístico en España erigiéndose en representantes del movimiento de
vanguardia conocido como arte informal. Su objetivo era vigorizar el arte español
y lograr que se tomase conciencia de la importancia del arte abstracto.
Con Saura no sólo estamos
ante uno de los principales representantes del arte español del siglo XX, sino
que también obtuvo un merecido reconocimiento internacional. En la década de
los sesenta recibió el Premio Guggenheim de Nueva York.
Su obra se estructura en
series y, además de las influencias mencionadas, está profundamente marcada por
las visitas que de niño hacía al Museo del Prado en compañía de su padre. Esas
experiencias fueron calando en su psique aún infantil. En su inconsciente
construyó una pinacoteca de referencias visuales cuyo influjo se reflejó en su
obra de adulto. Reunió un auténtico museo imaginario con aquellas iconografías
que más le llamaban la atención. Velázquez, El Greco, Zurbarán, Alonso Cano… y
Goya. De este último interioriza su pintura y la interpreta desde su peculiar
óptica, desde un punto de vista personal y profundamente subjetivo.
Las
series Retratos imaginarios de Goya y el Perro de Goya, realizadas a partir de
1967, son representativas al respecto. En ambas recogió su particular universo
de monstruos y un pesimismo de raíces existencialistas acorde con los tiempos
de represión y censura que se vivían en España por parte de un régimen
dictatorial.
Perro semihundido, de Goya |
Perro de Goya reinterpreta
la pintura Perro semihundido, realizada por el artista en la La Quinta del Sordo, una finca rústica
emplazada a las afueras de Madrid. Para esta casa Goya, un anciano solitario y
enfermo por esos años, ideó y materializó las llamadas Pinturas Negras
(1820-1823) en alusión a su colorido oscuro y la atmósfera angustiosa que
transmiten. Se trata de pinturas lúgubres, opresivas y de formas distorsionadas,
un mundo de alucinación que se abre al abismo de los demonios interiores del
propio Goya. Saura reflexionó en este sentido:
“El Perro de
Goya es para mí el cuadro más bello del mundo.
No hay tal perro, es el propio Goya que se asoma contemplando algo que
está sucediendo. O quizá somos nosotros mismos”.
Perro
semihundido produce un
cierto desasosiego. El animal se localiza solitario ante un fondo impreciso.
Solamente vemos la cabeza del perro en la arena. ¿Se hunde o emerge? La
respuesta forma parte del subjetivismo de cada espectador. Estamos ante una
obra de marcado hermetismo.
Para Saura la cabeza del perro asomándose es el
retrato de soledad de cada uno. Remitiendo, en última instancia, al desasosiego
vital y al existencialismo del sujeto contemporáneo:
“Desde niño me he sentido
fascinado por esta imagen extremosa que, por extraños vericuetos, ha
permanecido siempre asociada al recuerdo del patito feo del cuento infantil y a
su manifestación de asombro al surgir del redil y contemplar la vastedad del mundo”
El Perro de Goya (1989), por Saura |
En la interpretación de Saura el perro parece nacer
del propio montículo, como una prolongación de éste. Apenas se perciben los rasgos
del animal, sino manchas y borrones que insinúan los mismos. El perro se ha
transformado en una cabeza monstruosa construida gesto sobre gesto, en una
lucha con la tela y con la imagen que de ella emerge. Se caracteriza por una
violencia expresiva que la desfigura y la descompone, la tortura y la deforma
hasta el punto de acercarse a categorías estéticas como lo grotesco. El rostro,
disuelto en garabatos, se ha convertido en una “antiforma” patética que alude
al pesimismo y la angustia existencial, reforzados ambos sentimientos por el
empleo de una reducida paleta de blancos, negros, ocres, marrones y grises.
Perro de Goya se convierte así en
ejemplo de esa pintura espontánea y de ejecución rápida que fue representativa
de la obra de Saura.
El artista
informalista abordó sus trabajos con inmediatez y con un frenesí enérgico y
decidido. Esta manera creativa de proceder dio lugar en su producción a la
extrema expresividad de las formas que, sumada al empleo de una austera y
oscura gama cromática, llegaba a provocar cierto desasosiego e inquietud en el
espectador.
Artículo publicado para Crac! Magazine Notas
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