La realidad rusa desde
mediados de los años ochenta lucha por el complejo tránsito de un sistema
comunista a un sistema democrático. En 1991 se desintegra la URSS. El choque
con la economía de mercado se torna traumático y aquella utópica sociedad sin
antagonismos anhelada por el sistema soviético se da de bruces con el capitalismo.
El comisario y
crítico de arte Viktor Misiano, apunta a esta compleja realidad como un aspecto
fundamental para la comprensión del actual mercado del arte en Rusia. Un
mercado sustentado en alto grado por una clase privilegiada de nuevos ricos. Una
élite económica rusa que alterna petróleo y arte, adquiriendo éste último como
símbolo de estatus social y como una nueva forma de ocio. Misiano señala que
detrás de esta actitud se encuentra el ansia, calificada por él de provinciana,
de “convertirse en más occidental que el
propio Occidente”. Se habla más del coleccionista ruso que del artista ruso.
Esta realidad es la consecuencia directa del particular contexto histórico del
país y de su brusca irrupción en el sistema de libre mercado.
Viktor Misiano |
Los años más fecundos de la vanguardia
artística rusa se concentran entre la Revolución de 1917 y la instauración de
la dictadura personalista de Stalin en 1929. A partir de entonces el arte más
revolucionario estéticamente hablando deviene, a juzgar por las autoridades, en
exceso formalista y de difícil comprensión para el pueblo soviético. Es
rechazado al no considerarse útil para el adoctrinamiento de las masas. La implantación
del Realismo Socialista en 1932 liquida todo arte experimental y renovador teniendo
consecuencias fatales para el desarrollo de la cultura contemporánea rusa
durante las posteriores décadas. Toda voz crítica con el régimen era acallada.
El premio Nobel de literatura Alexandr Solzhenitsyn, autor de la magna trilogía
Archipiélago Gulag en la que relata
su reclusión en un campo de internamiento, llegó a solicitar por carta a los
líderes de la Unión Soviética a comienzos de la década de los setenta, un arte
libre.
La situación comienza a cambiar
tímidamente en los años ochenta, cuando entra en escena Gorbachov y la
Perestroika, aunque la inestabilidad se mantendrá hasta el intento de golpe de
Estado de 1991.
Alexandr Solzhenitsyn en la portada de la revista Time (1974) |
Es posible establecer un nexo de unión
entre esos dos hitos en la historia de la Rusia contemporánea, entre la
Revolución de 1917 y la fecha de disgregación de la URSS en 1991.
La
película Octubre (1927), realizada
por el cineasta soviético Serguei Eisenstein como conmemoración del décimo
aniversario de la Revolución de 1917, comienza con un primer plano del derribo
de la estatua del zar Nicolás II. En las siguientes imágenes, el proletariado, armado
con una alta escalera y cuerdas, derroca el símbolo de la autocracia y se alza
con el triunfo de la colectividad.
Como
paralelo icónico, el fin de la URSS en 1991 también se recuerda por la retirada
de la estatua de Lenin emplazada en el centro de Kiev y por el derrumbe de la
estatua del fundador de la KGB.
Arte y política,
¿arte político o arte politizado? La caída de estatuas representativas, con la
consecuente aniquilación simbólica del poder que representan, marcan un punto y
aparte en cada uno de esos definitorios tránsitos en la Rusia del siglo XX.
Caída de la estatura del fundador de la KGB |
Ante
la compleja situación histórica, política y social del país, ¿cómo se adapta el
arte y el artista ruso actual a la mercantilización que el sector muestra hoy
día después de la represión sufrida en el pasado comunista?
La
vanguardia rusa y sus artistas gozaron de amplio calado internacional.
Kandinsky, Malevich, El Lissitzky, Tatlin, Rodchenko, Gabo, Pevsner… Sin
embargo, desde esos nombres hasta finales del siglo XX, incluso hasta hace
pocos años, el artista ruso ha permanecido prácticamente invisible en el
panorama artístico mundial.
Han sido muchas las
décadas consumidas entre los dos momentos históricos analizados en el anterior
párrafo y recordados por la caída de los citados emblemas escultóricos. El arte
ruso muestra una prolongada laguna desde la llegada de Stalin al poder, cuando
se finiquitó todo atisbo de vanguardia y los intentos de revitalización
artística fueron censurados, reprimidos y muchos creadores se vieron forzados
al exilio.
Fotomontaje (1920, Alexander Rodchenko) |
Occidente parece sufrir una
cierta amnesia, un vacío artístico consecuencia directa de las especiales
circunstancias de Rusia. Por ello, la figura del artista ruso se antoja
recóndita al espectador actual. Es “la ficción gramatical” del mercado del
arte, extrapolando el concepto acuñado por Arthur Koetsler en su novela El cero y el infinito. La autoinmolación
personal por parte de los miembros a favor de la causa del Partido, es la
reflexión de la que parte Koetsler para teorizar sobre la ausencia del Yo, como
primera persona del singular, sacrificado frente al interés común y la
propugnada lucha de clases. El hombre autónomo no tenía cabida durante el
comunismo y el individualismo era considerado contrarrevolucionario y antojo petit-burgueois.
Partiendo
de esta reflexionada teoría de Koetsler, y tomando la licencia de descontextualizarla
de su sentido primigenio, resulta didáctico y clarificador aplicar dicho concepto
de “la ficción gramatical” a la circunstancia
concreta del creador ruso y su casi inexistente presencia dentro de los canales
artísticos mundiales.
El
artista contemporáneo ruso aparece desenfocado ante los ojos de los
profesionales del sector. Observando las fotografías de Alexeï Vassiliev, fantasmagorías de los personajes retratados, es
posible establecer un paralelismo estético-conceptual en relación con lo
argumentado hasta el momento. Sus figuras parecen metáforas de la borrosa
situación en la que se encuentra el artista ruso. Alegorías de una realidad que,
desde hace unos años, parece estar modificándose para liberar al arte ruso de
su reclusión en una especie de gulag artístico y mostrarlo al resto del
planeta.
Étude Nº12.01, Serie Instans Troublés (Alexeï Vassiliev) |
En el año 2007 se instituyeron los Premios Kandinsky por parte de la Fundación ArtChronika con el objetivo de
convertirse en una plataforma de muestra y de reconocimiento para el arte ruso
actual. En el año 2011 la edición de ARCO tuvo a Rusia como país invitado. En
el año 2012, el centro Arts Santa Mònica
de Barcelona celebró la exposición En
un desorden absoluto, una selección de obras de los ganadores del
mencionado Premio Kandinsky entre los años 2007 a 2012.
Los artistas rusos herederos de la
Perestroika, van abriéndose camino y accediendo al mercado internacional. Constituyen
ejemplos destacados las fotografías de Sergey Chilikok y del colectivo Blue Noses,
las instalaciones de Alexander Brodsky
e Irina Korina, las performances de Oleg Kulik y Andréi Kuzkin…
Son
trabajos artísticos de una personalidad estética intransferible, arriesgados,
potentes y, muchos de ellos, rabiosamente punzantes y críticos. Reflejan
las turbulencias (políticas, sociales, religiosas) no sólo pasadas sino también
presentes de la Rusia contemporánea y muestran vocación por acceder a los
circuitos de la cultura internacionales, pero manteniendo la vinculación a su contexto
y pujando fuertemente por adquirir también el reconocimiento del mercado
artístico de su país.
An Epoch of Clemency (2005, Colectivo Blue Noses) |
Sergey Chilikov |
Artículo publicado en Revista Sie7e (Junio, Nº3)
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