La poética de
las esculturas de Martín Chirino está cargada de raíces profundas. Las referencias
a las Islas Canarias, su lugar de nacimiento (1925), son constantes y muchos de
los motivos iconográficos tienen un origen isleño procediendo de la influencia
recibida de los vestigios locales, como las marcas de petroglifos y las
escrituras aborígenes de los primeros habitantes del lugar, los guanches.
La obra de Chirino además de
guardar un estrecho vínculo con la cultura y la geografía de las Islas
Canarias, está ligada a la tradición de la escultura occidental. Fueron
determinantes los viajes que realizó por Europa a principios de los años
cincuenta. Era un momento en el que los jóvenes artistas de la posguerra
trataban de escapar de las restricciones impuestas por el dictador Franco y, en
cuanto podían, marchaban a París, Londres o incluso Nueva York, como hizo el
artista canario.
En 1952 realizó
un corto viaje a París donde conoció la escultura de Julio González y, en 1953
durante una estancia en Londres, descubrió el arcaísmo y el organicismo de la
escultura inglesa de Henry Moore y Bárbara Hepworth. Aparte de estas tres
influencias, se interesó también por la obra de Maillol, Arp y Brancusi.
Martín Chirino |
Chirino tiene en el hierro su
material predilecto y en la forja su medio de expresión. Es un material dúctil,
maleable y resistente. El escultor lo dobla y lo curva aportando ligereza a las
formas. Además, el hierro tiene una connotación filial para el artista, ya que
era hijo del jefe de talleres de los astilleros de la Compañía Blandy Brothers,
del Puerto de la Luz en Canarias; haciendo compatible este cargo con un negocio
particular como armador de buques. Por voluntad paterna trabajó durante un par
de años en el mundo de los buques desarrollando una afición temprana por
contemplar los cascos de hierro de los barcos varados.
Desde muy pronto Julio
González, padre de la escultura en hierro, se convirtió en una referencia
fundamental para Martín Chirino: “Ante la
obra de Julio González, la delicadeza y la violencia de su poderoso silencio,
mi reflexión primera, sin criterio ni rigor alguno me lleva al entendimiento de
la utilización de las herramientas, condición indispensable para llegar a
formar parte, con el dominio del oficio, del clan de la fragua, del forjador
lector del hierro, del gremio de los herreros”. Chirino declaró
considerarse heredero de la tradición de González pero aportando su propia
personalidad y afirmando que logró lo que González había denominado “el matrimonio entre el material y el
espacio”. El historiador y crítico de arte Francisco Calvo Serraller apuntó
que la manera en la que Chirino trata de dinamizar las formas y de
estilizarlas, es similar a la que postulaba González con su precepto estético
de “dibujar en el espacio”.
Desde 1955 está
instalado en Madrid, donde entró en contacto con Ángel Ferrant. El encuentro fue
decisivo para Chirino ya que siempre tuvo muy presentes los consejos de este escultor.
Poco después se adhirió al grupo El Paso. Antonio Saura explicó las razones que
se tuvieron en cuenta para admitir a Chirino en el grupo: “Chirino es uno de los pocos escultores españoles que han sabido
encontrar una fórmula expresiva que sintetiza felizmente las más actuales
preocupaciones espaciales con una tradición española desgraciadamente olvidada
en los últimos lustros: la forja.
Desde los antiguos herreros españoles que dejaron su mejor huella en las
magníficas rejas de nuestras catedrales, pasando por Gaudí y Julio González,
Chirino participa de una forma personalísima en esta nueva posibilidad
expresiva, hecha de rusticidad, contención y austera violencia, en la cual se
intuye una futura escultura española y universal.”
Composición, 1957-1958 |
Chirino establece una relación
íntima con sus herramientas de trabajo, pasando éstas a convertirse en una especie
de extensión de sus manos en el proceso creativo. Tienen para el escultor tal
importancia que en su primera exposición en solitario en 1958 tituló a las
obras Herramientas Poéticas e Inútiles, que para Chirino significaban
la prolongación del brazo humano.
Martín Chirino trabaja su obra
escultórica en series. La serie inaugural es la de las Reinas negras, que
suponen una reflexión sobre las artes primitivas y, concretamente, del África
Negra.
En la órbita de El Paso comienza a realizar El
Viento, un motivo omnipresente en su producción. La espiral es símbolo
vinculado a muchas culturas, entre ellas, a la de los guanches que la
relacionaban con el culto solar. Chirino la vincula con el viento del sur de
las Canarias y la presenta escultóricamente ofreciendo variadas y sutiles
combinaciones dentro de su sencillez formal. Algunas se cierran y parecen
concentrar energía, otras en cambio se abren, se expanden. De una espiral
amazacotada, casi maciza, evolucionará a las extensiones espaciales de las más
recientes. Esta forma ha sido empleada por otros muchos artistas: las espirales
de Constantin Brancusi, la espiral del malecón de Robert Smithson, las espirales
deshechas de Bernard Venet. Es el primer escultor que, como afirma Serge
Fouchereau, se atrevió a “esculpir el
viento”.
El viento, 1966 |
Las espirales
darán lugar a las máscaras de los Afrocanes, con las que Chirino
incide en el interés por el arte primitivo que se encuentra tan presente en la vanguardia
artística (sólo basta recordar la atracción que el primitivismo tuvo para el
fauvismo, el expresionismo alemán o para figuras como la de Picasso), y también
a los Aeróvoros.
Luego, en la
década de los sesenta vendrán los Inquisidores,
esquemas de una máscara o un rostro (el del inquisidor) a la vez que
posible instrumento de tortura; y las Mediterráneas,
esculturas de chapa de hierro, soldadas y pintadas de colores vivos, fruto del
impacto que le causan a Chirino el paisaje y la cultura griegos después de una
estancia de dos meses en el país heleno. Ésta será su serie más clásica y
remansada.
En los años
setenta aparece el tema de las Ladies, serie de grandes esculturas que
deriva de las Mediterráneas. También sus
primeras Cangrafías, en las que interviene la idea de escritura y dibujo
automáticos; y sus Paisajes, en los
que planchas de hierro forjado se
ondulan y superponen con toda naturalidad, ofreciendo un entramado que recuerda
a las diferentes estratificaciones de la propia naturaleza, al corte natural de
la geología.
En la década de 1980,
trabajó el desarrollo vertical del tema del Afrocán,
el Penetrecán,
estelas que poseen un cierto eco de las columnas infinitas de Brancusi, un
escultor que con el paso de los años ha ido interesando más a Chirino.
Lady Tenerife, 1972 |
Martín Chirino aboga por una
revolución cultural canaria y subraya la necesidad del estudio y conocimiento
del arte aborigen, pero también previene contra los peligros de un excesivo
localismo, incidiendo en el carácter universal del arte moderno y la libertad
como necesidad ineludible del artista.
El escultor
mostró un fuerte interés por el arte aborigen y sus primeras obras en hierro
forjado poseen un aire totémico con algunas resonancias surrealistas. Las
referencias a su lugar de nacimiento, las Islas Canarias, son constantes
incluso a la hora de dar título a algunas de sus series escultóricas: Afrocanes,
Cangrafías
o Penetrecan.
A pesar de las
influencias reconocidas respecto a otros grandes escultores del siglo XX, Chirino
crea una poética propia con un lenguaje claramente definido y fuertemente
personal que materializa por medio del hierro y la forja.
Artículo publicado para Crac! Magazine Notas
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